sábado, 21 de agosto de 2010

Un altar para las diosas cantoras.






En lengua portuguesa, Maria Bethania.

Escribo para una amiga que conduce muchos kilómetros en su coche oyendo música, y prestando atención a lo que dicen quienes cantan.

Conservo algunos artistas como esas copas que nos acompañan durante años y están ahí, en las vitrinas de los comedores, como en altares, para salir a llenarse de vinos que valgan la pena en fechas especiales. El vino barato se bebe en vaso.

Abro la vitrina y bajo del altar a esta cantante para ponerla a sonar ante los oídos asombrados, extrañados, de una niña de ahora que hoy se enfrenta ante la voz rara de esta cantora brasileña. Maria Bethania suena tan de siempre como antes, como en 1981 cuando sus canciones eran la banda sonora del verano en que nació mi hijo. Ahí está ese mismo cristal de copa fina, transparente cuando quiere, tallado, velado; todo eso es esa voz que brilla.

Luego está la sensualidad de tigresa, esas canciones tropicales con un erotismo velado y vehemente, mezcla de bolero, bosa, balada, trova.

Siempre se ha rodeado de buenos músicos populares y de cultísimos poetas que le proporcionan las letras que, si se descifran del portugués, son como versos con mensajes de amor, crónicas de desencuentros, declaraciones de principios.

He estado mirando gran parte de su discografía, viendo todo lo que ha seguido produciendo y grabando desde que la conocí hasta casi el presente. ¿Qué le recomiendo a mi amiga para que escuche mientras conduce? Hay de todo.

Ella tampoco ha parado de trabajar para embrujarnos; no se le ha agotado el talento. En las portadas de sus discos, en la mayoría, se observa el viaje en el tiempo del rostro tan particular de esa mujer que rompe, también en imagen visual, con el estereotipo de la diva bella. Creo que lo que ella quería conseguir lo consiguió sin añadidos. Conserva esa melena suelta y loca de cuando joven, pero lleva canas en las sienes y parece que no tiene intención de ocultarlas, ni de quitarse las arrugas o rebajarse la nariz de pirata. Otra que sabe que no hace falta ser guapa para ser fotogénica, o que en general no hace falta ser guapa cuando se nace siendo María Bethania.