jueves, 23 de septiembre de 2010

Brumas






Así veo el futuro. Es la foto para el otoño. Mi nuevo salvapantallas para la estación que cambia esta semana.

Esa foto es también una metáfora del presente de mi país. Es uno de los paisajes más bellos de esa isla, en el Valle de Viñales, que hasta el nombre lo tiene bonito.
Conozco esa neblina, su temperatura, esa humedad impregnándose en la ropa, a esa hora de la imagen, un poco antes de las siete de la mañana, al final del verano, antes de la llegada del otoño, que en Cuba no es tal, sino temporada de lluvias y huracanes. Esa bruma espesa de antes del alba anuncia un día de calor seco a finales de septiembre.
Debajo de esas neblinas está lo verde, la belleza; pájaros despertando, caracoles únicos dejando rastros como líneas de nácar; vegas de tabaco, hojas esmeraldas lloviznadas de rocío. Vaharadas tibias en medio de escalofríos, olores en estado puro.
Las palmas sacan sus cabezas por encima, vigilantes, y los mogotes parecen flotar, como esperando lo que todos esperan, que se disipen las brumas, que se aligere el aire, que venga la lluvia y limpie, y cambie, y mueva.
Mientras tanto la penumbra, la bruma, las interrogantes, las incertidumbres, los miedos a lo que hay y a lo que llegará, ciclones y vendavales.
Mientras tanto delante, detrás, a un lado, al otro, arriba…; pero sobre todo arriba amanece.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Bolerongos y Baladongas.




Desde que me reí tanto con una secuencia ya memorable de la película “El Diario de Bridget Jones”; me cuido mucho de no pasarme cuando decido darme un atracón de boleros, rancheras y canciones de las llamadas melódicas o románticas. Corro el peligro de montar una escena parecida a la de la película. Ya se sabe que los oyentes de Barbra Streissand, Celine Dione, Mariah Carey y compañía, o de cualquier cancionera latina, tienen peligro y tendencia a la sobredosis, las baladongas y los bolerongos te explotan en los oídos o frente a los ojos, y que vienen cargados de gases lacrimógenos…


Es que son canciones de las de rasgarse la ropa y mordernos los puños mientras las escuchamos; de esas que hacen que veas momentos de tu vida como a trozos en la pantalla de una telenovela, como video clips, casi todos en exteriores, playas, llanuras, picos de montañas, amaneceres, puestas de sol, o en interiores, en cabañas de piedra, chimeneas con fuego bonito y sin humo, y afuera lloviendo o nevando, según; o con luna enorme de verano y estrellas fugaces. Uno escucha, suspira y va como elevándose por dentro, a sabiendas de que está haciendo el ridículo, de que te estás poniendo ridículo, kitsh, almodovoriano, latino-dulzón, azucarado, meloso, melcochoso-melancólico, uno se está haciendo sufrir, aporreándose los tímpanos y empalagándose el alma, con esa voz que canta como a gritos y reclama afectos que ya no pueden ser; esas voces prometen fechas y cosas que no se cumplirán nunca, recuerdan juramentos de amor que ya no tienen sentido… Prestarles atención, hacerles caso, te hacen acabar cayendo de barriga sobre el colchón, anegaditos en llanto, o borrachos perdidos, a rastras por el suelo, hipando baladas, soltando el galillo junto con Marc Anthony, (que ése sí lo hace bien)

A Marc Anthony esas canciones le salen bordadas. Una hora a solas, un sábado por la tarde, con su disco “Iconos” (de este 2010) da una terapia de mejor resultado que con una sicóloga de las de tarifas altas. Al final del atracón, te lavas la cara con agua fría y luego sueltas tres suspiros de los gordos mientras te secas el rostro frente al espejo. Verás. Te quedas como nuevo.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Carta de pésame.

Junto con el verano se nos van algunos seres queridos. Tengo que escribirlo, dar mis pésames y soltar mis pesares. En sólo una semana la misma noticia llega un día tras otro, primero la hermana de una buena amiga, luego la hija de una amiga a la que considero una hermana, esta mañana me entero de que también mi vecino del segundo, el que siempre me saludaba en el ascensor y miraba a mis perros con afecto…


Esta tarde, llamada de Cuba: mi tío Arodys ha muerto. Llevaba dos semanas grave. Estábamos esperando la noticia, pero da igual. Mi familia de allá está desolada.
Es como si el mundo se fuera quedando sin buenas personas, pienso en ese arranque, esa reacción frente a la impotencia, frente al no hay remedio, el se acabó…

¿Y ahora cómo hago yo para dar consuelo, eso que tengo que dar: el pésame…? Yo que entiendo muy bien lo que se siente en esos días posteriores a las ceremonias fúnebres y a las despedidas; me refiero al comienzo del duelo real, físico, anímico, que sobreviene envuelto en esa congoja llena de ganas de pedir perdón, de sentimientos de culpa, de reproches, de pena por no haber aprovechado más y mejor los momentos en que estuvimos juntos, vivos, y felices…

Siempre la gran incógnita, la gran bola vacía, al final del camino. ¿Será como saltar a un hueco de la nada? Misterio insondable… ¿Será posible seguir comunicándonos con ellos, con lo que quedó de sus energías, desde alguna otra parte de nuestra corteza cerebral? Más misterio, más hondo. Más dudas, como siempre. Y sabemos de antemano que ninguna respuesta nos convencerá del todo.

Dice mi amiga T. que sobrevivir a quienes se nos van tiene un sentido, aunque no lo veamos así desde el principio. Será que algo nos queda por hacer antes de irnos, dice. Sí, nosotros también nos iremos en algún momento por venir. A veces conviene recordarlo; sobre todo en esos días en los que nos preguntamos qué hacemos aquí, para qué estamos, por qué vivimos, si existir es una carga, una roca embarrada de mierda sobre los hombros.

Difícil tarea esta de dar consuelo.

Y sin embargo hay que intentarlo; hay que reunir fuerzas -otra vez- para llorar, y hasta para reír.

Al conocido humorista cubano Alexis Valdés también se le murió su padre (Leonel) a principios de septiembre. Alexis, frente a una cámara de televisión, nos consuela hablando de su pérdida.

Pongo aqui el link

Alexis Valdés rinde homenaje a su padre

lunes, 6 de septiembre de 2010

Humildad y conocimiento.





Sabiduría, el saber. Insisto en ello. Seguir estudiando como quien aún no ha terminado el instituto, seguir aprendiendo como a quien le queda aún mucho por descubrir. Tres vidas más no alcanzarían.

Mañana tengo que empezar una clase nueva con un alumno nuevo. No nos conocemos y tengo, como siempre, esa aprensión que me desasosiega.

Pero ya soy perro viejo en estas lides, y voy desarmado. Llevo un maletín, una memoria flash para conectarla a un ordenador; y un área de mi cerebro entrenada para expresarme en otra lengua. Y no hay más ná; salvo las dos palabras que le dan título a este post.

Otra vez a vencer y pasar el casting de los prejuicios. Vencer, en este caso significa con-vencer al cliente-alumno para que se quede contigo; conmigo en este caso. Es el juego para los que traficamos y mercadeamos con la información. Ya no somos maestros a la vieja usanza.

Los profesores de idiomas, querido amigo, somos vendedores de palabras, de estructuras gramaticales y frases hechas para situaciones concretas, a tantos dólares o euros la hora. Ayudamos a traducir documentos, a confeccionar curriculums bilingües o preparamos ejecutivos para reuniones de empresas, o a candidatos para entrevistas de trabajo en el extranjero. A veces cobramos lo mismo o menos que las señoras que limpian a domicilio. En esta sociedad de ignorantes divertidos, la hora con un sicólogo vale tres veces más que una hora con un maestro privado, y una con un fontanero se quintuplica en dependencia del lugar y la gravedad de los atascos de mierda y desperdicios.

Vencer el casting es también traspasar las barreras de los estereotipos y los clichés, un mulato cubano no puede ser profesor de ruso en Méjico, por poner un ejemplo que conozco, (aún y cuando me consta que ese mulato se graduó con altísimos resultados académicos en una de las mejores universidades de Moscú) Según lo esperado ese profesional de esa raza y nacionalidad tendría que ser boxeador, jugador de béisbol o bailador de salsa. O camarero de restaurante cubano en el exilio, o con más suerte gigoló, que es una carrera corta pero rentable. Su inteligencia, la formación que recibió desde su infancia no cuentan.

Aunque parezca increíble, aún en esta España del segundo milenio hay personas que se sorprenden y admiran de que un cubano pueda ser profesor de castellano, de que yo no diga mi amool aunque sesee y me siga comiendo las zetas castizas; se asombran de que lea correctamente en voz alta y en inglés con acento neutro, una noticia de un periódico británico, aunque mis profesores en la universidad eran norteamericanos. Y ya lo inaudito es que me atreva a enseñar un poco de lo que sé de tai chi, en lugar de bailes afrocaribeños; aunque los certificados de instructor cualificado que poseo me los hayan dado mis maestros Xia Zi Cai y luego su esposa Hui Fang Shao respectivamente, y yo siga más de una década y media después como un eterno novato, repitiendo, repuliendo y re-aprendiendo ese arte misterioso que nos trajeron de China.

Y sí, los papeles te los piden para los castings de la vida. Muchos son auténticamente falsos, o se han quedado obsoletos, o no valen según en qué frontera o cuál país los muestres, tus títulos, tus certificados, tus diplomas, medallas, reconocimientos, masters y doctorados, pergaminos y trofeos, los puedes quemar, no te valen si lo que dicen o representan no está almacenado en una mente útil, en otra memoria que no sea flash.

Ser humildes, modestos y realistas. Seguir aprendiendo con el mismo asombro de esos niños que en este comienzo de septiembre entran al cole por primera vez. Algunos lo hicimos ya para siempre, no saldremos nunca del pupitre, no dejaremos de mirar a la pizarra, a la pantalla, a la página escrita para aprender y aprehender, absorber información y filtrar los conocimientos. Soy conciente de mi ignorancia, y de que necesitaríamos miles de vidas para tener una idea aproximada de cómo funcionan los relojes del universo. Mientras tanto procuro enterarme.