domingo, 28 de noviembre de 2010

Desde otra galaxia ajena al "jip jop"

Las voces, la limpieza, la potencia del sonido. El aire, el uso de la respiración. Las técnicas vocales, la dicción, la pronunciación perfecta dentro del fraseo sin desafinar.
Y un puñado de ángeles tras el fuelle en la garganta del artista. El duende andaluz; o la gracia divina y humana fluyendo de pecho a pecho, de ejecutante a oyente en una canción, en una pieza tras otra. Y los músicos poniendo sus instrumentos a los pies de esas voces, para dejarles que se luzcan. Lo auténtico no caduca, es un misterio posible de ver ante nuestros ojos; un misterio que se nos revela entrándonos por los oídos.

Perdonen la descarguita lírica; pero estoy esperando el día que un rapero logre hacerme escribir un párrafo similar al anterior.

Esas palabras, las envolturas de esos sentimientos; me las provocan otros artistas, tan jóvenes y lejanos como esos nuevos contestatarios del rap y el hip hop, que parecen ser los herederos y son los autores de las canciones protesta y los himnos tristes de esta época.

Sus cánticos monótonos y dolidos, más dichos que entonados,
más ladrados que cantados,
nos van dejando una acidez, un enfado en el estómago,
ganas de escupir; ningunas ganas de tararear.
Protestan, cuestionan, critican, ponen en duda,
valoran, subvaloran, desvaloran;
machacan el lenguaje, lo ensucian y lo empujan, lo marcan, lo mapean,
lo llenan de grafitis y tatuajes…
Y hablan de amor
y de amistad
y de ejemplos en los que ya nadie cree.

Mis opiniones, mis percepciones de ese “arte-rap” escritas así, colocadas de esa forma y leídas con tono de amenaza, salen rapeadas, o “ jip joperas”. Ah, y no hace falta tener buena voz para decirlas.

En teoría yo debería de algún modo defender a esos jóvenes raperos de mi país. Son la generación de mi hijo. De ellos me gusta el atrevimiento, el arrojo, el desparpajo incluso. La frescura de su novedad, su juventud.

Y no me gusta nada del resto de lo que ofrecen. Ellos, como artistas, como hacedores de arte, digo. Hablo de esos que se tienen que erguir sobre un escenario, bajo los focos implacables y frente a los micrófonos y las cámaras de alta tecnología, infalibles a la hora de registrar hasta el mínimo detalle y magnificar los defectos, las carencias, las ignorancias, las inseguridades escénicas, la falta de gracia, la ausencia de esos ángeles soplando el aire en el fuelle tras las gargantas. Es así, se tiene o no se tiene.

Lo siento por ellos; pero el primer párrafo de este post de hoy está dedicado a los chicos del video que viene a continuación.

Josh Groban y Lucia Micarelli pertenecen también a esa generación de creadores que tienen la edad de mi hijo. Y desde las antípodas, desde otra galaxia arriba y lejos; ellos también hablan de amores apartados por distancias y fronteras, de enamorados encerrados en islas donde evocan lo mejor de sus parejas o ex-amores ausentes. Lo hacen de otra forma, pero cuentan lo mismo; desamores y desarraigos; porque Mi mancherai (Me faltarás) es el tema de la banda sonora de la película El cartero y Pablo Neruda.