jueves, 23 de diciembre de 2010

QUI para todos

Bueno, así como sin darnos cuenta se nos acaba la primera década del siglo. Tengo esa sensación de que el tiempo se ha ido a toda pastilla, y que en algunas cosas nosotros, los habitantes de este planeta, hemos adelantado poco, o más bien nada. Pero hoy no voy a meterme en esos asuntos. Esta noche de lluvia interminable en Málaga yo tengo un rincón seco y tranquilo cerca de la calefacción y escribo para quienes esperan de mí una postal de navidad, o algo parecido, en esta penúltima semana de diciembre.
La ilustración de este post es mi postal; y como veréis navideña, lo que dice navideña no es. Aunque no es la primera vez que la saco a relucir, la fotocopio, la meto en un sobre y la envío por estas fechas como señal y deseo de buena voluntad. Ese ideograma me acompaña desde hace exactamente una década, desde que descubrí a al gran artista de la caligrafía y el tai chi que es el maestro Wang Bo.
En diez años he tenido tiempo más que suficiente como para desentrañar su laberinto de brochazos, círculos, curvas y ángulos. Ahí está el magisterio del ejecutante, su singularidad, convertir la palabra “Qui” en obra de arte visual. El dibujo gira y se mueve ante los ojos de quien sea capaz de observarlo con atención. Y para mí lo más fascinante sobre todo es, que tiene el increíble mérito de haber sido resuelto con sólo dos pinceladas. Todo el conjunto está compuesto por dos piezas que se relacionan.
La primera es ese brochazo horizontal ascendente en el centro, de izquierda a derecha, que baja y termina en una especie de “pata” central abajo, a la derecha, junto a la nota con el título del dibujo, si observáis se ven los pelos del pincel donde se detiene el trazo.
La otra pincelada comienza en el centro y arriba, es esa gruesa y segura que va afinándose hacia abajo y termina como en forma de uve, a la izquierda de la “pata”; la línea izquierda de esa uve asciende en diagonal, como volando, dejando por un momento un rastro fino de tinta, ese rastro coge fuerza y gira bajando hacia la derecha, se impulsa hacia la izquierda, se curva y atraviesa el centro de la uve, y luego a toda velocidad, cruza por encima de la “pata”, la traspasa rumbo a la derecha, sigue, gira hacia arriba y se convierte en ese gran trazo final que rodea todo el conjunto por detrás, de izquierda a derecha, para terminar en un hilo mínimo en el centro mismo de la composición; ahí, donde el maestro elevó la mano y separó delicadamente el pincel del papel.
Es así como se mueven los torbellinos de la luz, según la visión del artista. Wang Bo ha sido capaz de sintetizar en dos trazos el movimiento de ese misterio que en nuestro idioma puede ser masculino y femenino, porque “Qui” (energía) es en su primera acepción: (el) poder, (la) eficacia, (la) virtud para obrar.
Es lo que pido para todos, lo que mando en mi mensaje en esa postal no navideña, el dibujo con su título y con sus otros 28 significados posibles y necesarios:
vivacidad, electricidad, dinamismo, resistencia, resolución, empuje, acción, coraje, entereza, intensidad, firmeza, tenacidad, contundencia, carácter, poderío, potencia, reciedumbre, calor, garra, valor, fuerza, ímpetu, brío, ánimo, vigor, pujanza, vida, y luz…
Que no falten.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Revolviendo en la basura cotidiana.





Escarbando en la basura cotidiana; asustados por las amenazas; afectados por los desplomes en los bancos; sucios, contaminados por derrames de petróleo crudo… Sobrecogidos por revelaciones secretas; temerosos de quienes se suponen están ahí para protegernos y cuidarnos; desconfiados de los mercados, alarmados por los precios; preocupados por el clima; desolados como los páramos que fueron bosques de vida. Vagando por el desierto laboral en busca de un salario decente y un trabajo estable; enfermos de virus y bacterias manipulados en laboratorios, rehenes de fanáticos suicidas, integristas unos, dueños de trasnacionales otros. Así estamos. Es el retrato del dolor, del miedo en absoluto.


Pero si escarbamos quizás aparezca aunque sea una sola piedra pequeña y reluciente, como un rubí rojo, una esmeralda verdecita de esperanza, una piedra rara y pura, una humilde cuenta de vidrio limpia y transparente, una piedra de río pulida como un huevo por el tiempo…Va y a lo mejor hubo un día de un mes en que alguna apareció entre la avalancha de malas noticias, y la sacamos del montón y la conservamos en una foto, en una nota manuscrita, en un objeto que sujeta papeles sobre la mesa.

A lo mejor en estos doce meses hubo doce buenos momentos, doce buenas noticias, doce sorpresas felices, doce canciones que serán memorables, doce logros, doce pequeñas victorias, doce sueños cumplidos, doce nuevos proyectos, nuevas personas, nuevos amigos, buenas ideas, nuevos inventos, buenas acciones; doce alegrías, doce buenas razones para seguir.

Creo que si abrimos bien los sentidos seríamos capaces de descubrir más de una joya que nos ha caído de regalo en medio de la mierda… Al menos un acontecimiento que merezca ser tenido en cuenta; uno por mes, quizás. Yo me he puesto a la tarea y súbitamente mi lista crece y sobrepasa las expectativas. Poseo más alegrías y más logros cuando empiezo a sumar y a sumarme a las de otros como míos: y agrego ese premio literario a un autor que escribe para mí porque soy uno de sus lectores secretos o uno de sus amigos públicos. Míos son también los diplomas de graduación de quienes han sido mis alumnos; míos son los sobrinos y nietos que nacen en las familias de mis amigos; mías son las mismas emociones que envolvieron las promesas de amor dichas por los novios protagonistas de aquellas bodas a las que fui. Mía es la sensación de triunfo de quien le salvó la vida a un perro; o terminó de pintar un cuadro, o pudo llegar a fin de mes, navegando con su pequeña empresa, reflotando un sueño.

Mi lista sería aún más amplia si quienes leen esto me mandaran las suyas. Revolviendo en la basura cotidiana algún tesoro habrá digno de ser rescatado.