viernes, 30 de diciembre de 2011

Hoy voy a hablar de mi Esperanza (y sus antecesoras)







La Esperanza se me ha estado muriendo. Lo sabía desde hace meses, lo notaba. Cada día le va costando más trabajo arrancar. Cada día va perdiendo velocidad; se le aflojan partes de su cuerpo, tiene problemas para detenerse en seco, para subir cuestas. A muchos nos ocurre.
Esperanzita  ha estado haciendo lo que puede, pero sé que le exigimos demasiado, y ella ya tiene sus años. Estaba retirada y sin nombre hasta que me la trajeron para ayudarme a sobreponerme del secuestro de su antecesora. Fue la sustituta de Ultimia la Inglesa.
Esperanza…, la llamé así porque es verde y porque quise protegerla con el nombre completo: “Esperanza de que no me la roben…” Soy un perdedor de bicicletas, me apena reconocerlo, pero ha sido así desde que tengo memoria.
Y pese a todo soy un bicicletero crónico.

Aviso
La palabra bicicletero no está en el Diccionario (me advierte la RAE)
Pero es que yo no soy ciclista; soy bicicletero, de toda la vida, y me considero como tal, aunque el diccionario de la Real no me reconozca.
Bicicletero feliz, distraído y sin suerte, del tipo al que siempre le roban las bicicletas. Que yo recuerde he perdido nueve. Todas con nombres de chicas:

 La Niágara Chiquita. Primera bicicleta semi-de verdad, de las medianas tirando a pequeñas, heredada de un primo grandulón; con ella sentí las conocidas cosquillas iniciales dentro del estómago risueño cuando logré equilibrarme y mantenerla entre mis piernas. (Desaparecida en el primer momento de distanciamiento y distracción.) (Primeras lágrimas amargas, culpas y auto reproches.)

La Checa. Bicicleta de verdad-verdadera, me resultaba muy grande para mi estatura, y me caí tantas veces con ella que le cogí miedo. Llegué a quererla cuando estiré un poquito y aprendí a montar seguro. Con La Checa, que compartí en propiedad con mi hermano mayor, nuestros padres nos permitían ir, solos y por nuestra cuenta, a ver a nuestra abuela Rosa, hacer mandados, llevarla a la escuela y dar paseos por otros barrios; verdadero regalo de los últimos y definitivos Reyes Magos que llegaron a mi pueblo a principios de los 60; (hurtada del propio patio de mi casa.) (Sospechosos: vecinitos del solar adyacente, mataperros con padres sin dinero para juguetes.)

La Tanqueta  Especie de institutriz norteamericana. Bicicleta-coche oficial de mi padre, matriarca intocable y mula de carga que ayudó a mi papá a moverse por el pueblo curando personas. Cargó niños, sacos de boniato, gallinas, piernas de puerco, cajas de cerveza, y hasta materiales de construcción. Nos dio de comer y de beber Se la podía acoplar a una carretilla para que tirara de ella, o de una tablón con ruedas sobre el que descansaba un tanque lleno con 55 galones de agua. Lo aguantó todo, lo resistió todo. Mi hermano mayor la heredó formalmente tras la muerte de nuestro padre, pero todos contamos con ella en cualquier momento que la necesitamos. Ella también murió de puro desgaste físico, perdió los frenos y se volvió vieja e incontrolable. Acabó hecha un armatoste inservible y demente colgando de una pared en el fondo de la casa. De ahí se la robaron (creemos que los hijos de los mataperros que nos dejaron sin La Checa); se llevaron sus huesos, lo que quedaba de sus hierros fuertes y pesados. Sabemos que los ladrones se los vendieron a un chatarrero.
Hoy en día mi hermano el menor, que vive en Valencia, posee una especie de réplica “in memorian” de aquella que fue como una de nuestras madres.

La Olvidada (Nombre acabado de inventar, hoy no recuerdo si tuvo alguno) Toda esa época esta ida de mi memoria. (No tuve más remedio que renunciar a ella como consecuencia de un divorcio, fue repartida en un lote junto con libros y objetos varios.) Lo que sí recuerdo claramente es su color chocolate rojizo. Y lo más importante: Fue la única con  un pequeño asiento de madera acoplado en la barra del cuadro; sirvió para sentar y transportar a mi hijo de entonces dos años. Fue su primer trono móvil.

La Friki. Era extranjera, japonesa, ultramoderna y muy avanzada para su época. Tenía un gran problema ideológico: No era socialista; en un aparcamiento de bicis proletarias ella se veía como una turista despistada y burguesa. Todos, incluso yo, la mirábamos con una mezcla de envidia y extrañeza, ella era como de otro mundo, más guapa y más veloz. Mi hijo la llamó así cuando le pegunté qué le parecía mi nueva bici: “Se ve muy friqui”, me dijo. Para mí friqui era sinónimo de rara, para él, friqui era sinónimo de moderna. El nombre me hizo gracia y se lo dejé. Pero La Friki me salió enfermiza y caprichosa, inadaptable a la sociedad cubana de los 80, chica capitalista, le afectaba vivir en el trópico y me costaba mucho mantenerla y conseguirle las medicinas, en el mercado disponible no había piezas para repararla, ni neumáticos para sus llantas tan flacas. Tanto ella como yo vivíamos sobresaltados de que la secuestraran, o de que la policía nos detuviera en cualquier momento para preguntarme qué hacia yo andando por la calle con una extranjera sin identificar.
(Ésta no me la robaron, se la vendí a alguien con el deseo de que le diera mejor vida de la que yo podía ofrecerle o para que fuera a parar a manos de algún extranjero como ella que hasta pudiera sacarla del país.)

La Verdolaga. Adquirida por meritos laborales en aquella época ingenua, romántica y feliz en la que a un buen trabajador se le premiaba con una bicicleta procedente de un país hermano. Habría querido llamarla Esmeralda, era de ese color, pero cuando estuvo conmigo había una heroína protagonista de una radionovela popular interminable que se llamaba así, y que sufría capítulo tras capítulo. Parece que Esmeralda es nombre de sufridoras. Y esta Esmeralda-Verdolaga disfrutó sufriendo. Lo suyo era el excursionismo y la aventurera. Le encantaba llevarme a la playa y de acampada. Era una rusa fuerte, y se veía estupenda cargada con una mochila y una tienda de campaña naranja abultándole el trasero. (Se la robaron  a mi hermano pequeño, otro distraído y atolondrado Peter Pan de aquella isla del nunca jamás.)

La Vaca Azul. Fue mi hijo quien también la bautizó (involuntariamente); él estaba conmigo cuando un vecino que la necesitaba vino a pedírmela: “Préstame el chivo pa ´ir a resolver una cosa ahí…” “¿Chivo?” reaccionó mi hijo extrañado y a continuación agregó: “Una bicicleta tan grande tiene que ser por lo menos  una vaca…” Todos nos echamos a reír y conservamos la anécdota con el nombre.
Pedaleando sobre ella llevada un amigo sentado en la parrilla. Íbamos conversando y aproveché que él iba detrás, que no podía mirarle a la cara para darle un mensaje que le enviaba su madre muerta. Le dije que su mamá  se me había aparecido en un sueño a decirme que dejara de sufrir por su ausencia. Es lo más impresionante y surrealista que me ha pasado encima de una bicicleta. Mi amigo creyó en la veracidad del recado, tomó nota y comenzó a resignarse.
Una noche que estaba de visita en casa de ese amigo dejé a la Vaca suelta en su portal.  Me la robaron.

La Candi-data literaria número cinco. Ganada con meritos literarios, la pagué con el dinero de un adelanto editorial. A esa le hice mal de ojo con el nombre que le puse, (como ya me habían fastidiado las cuatro anteriores) nos trajimos mala suerte con la broma de llamarle así: “Candidata a que me la desaparecieran en cualquier momento.” Fue una china negra, flaca y pesada, pesada como una moto, fuerte como una carreta y difícil para andar ligero. Oscura como los años que nos llevarían hacia algo llamado Período Especial. Sufrimos mucho juntos. Me ayudó muchas veces a llegar extenuado a donde más lejos podía, o nos permitían en aquellos momentos, y a cargar comida de contrabando, a veces robada. Su debilidad era la propia de ese período, casi siempre amanecía desinflada, tenía las gomas desechas rellenas de parches, no podía sustituírselas, no había repuestos para ella, ni respuestas para mí. La Candi no me dejó. Fui yo quien la abandonó junto con todo lo demás.
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(No me acuerdo a dónde fue a parar aquella sin nombre que tuve cuando viví en Madrid)
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La de Lourdes. Una amiga con ese nombre me la prestó hasta que pudiera conseguirme o comprarme una por mi cuenta. Con ella comencé a aprender cómo moverme en Málaga. La de Lourdes no tenía nada de virgen francesa; aunque era una bendita; andaba pese a que necesitaba unos arreglos generales que nunca tuvo; mi presupuesto y mi tiempo sólo alcanzaron para remiendos provisionales. Con esos remiendos se fue con el ladrón que me la desapareció del hueco de la escalera frente la puerta del ascensor en mi edificio.

Ultimia la Inglesa. Decidí comprarme una (otra) bicicleta, y esa española (fabricada en Cataluña), guapa y cara me cautivó. Le declaré mi amor definitivo desde que la vi en el sexto piso de El Corte Inglés. Y prometí pagar lo que me pidieran por ella, aunque tuviera que ser en mensualidades, porque aquella bicicleta era tan buena, estaba tan buena, que era como para que un señor de mi edad quisiera quedarse con ella el resto de nuestras vidas; por eso le puse Ultimia, después de ella ya no abría ninguna otra, nadie que la superara en belleza y eficacia. Tenía todo lo que yo podía desear y pedir de una bici con clase. Sobre ella se podía ir bien vestido y con maletín de profesor de peli americana llegando al campus universitario. Nos veíamos muy elegantes, muy armoniosos los dos juntos. Una madrugada le amordazaron el timbre, le vendaron los faros, le rompieron el candado y me la secuestraron de la puerta de mi ático. Ni la policía ni yo supimos nunca más de ella. Su secuestro se lo seguí pagando a El Corte Inglés hasta dos años después de desaparecida.

La Esperanzita. Y entonces otra vez un amigo apenado con mi mala suerte bicicletil me dijo que pasara por el garaje de su casa a recoger una que fue de sus hijos adolescentes. Una muy buena bicicleta en sus buenos veranos, en los que ella también fue adolescente y en los que al igual que sus dueños se llenó de magulladuras y perdió la virginidad. Cuando me tocó conocerla ya era una tía como de mi quinta. Y en cuanto la vi supe su nombre: Esperanza, es que a mí con los nombres de las bicicletas me da como un flash.
Luego del año que hemos tenido parece que hace falta hablar de ella, o de algo que se le parezca, que lleve su nombre. Sobre todo enestostiemposdecrisis  (a la gente de tanto repetirla ya la frase les sale así de carretilla)
Como todos, he cuidado de mi Esperanza y sus antecesoras como he podido, pero a ésta de estos tiempos inciertos la he dejado que parezca fea, poco vistosa; he disimulado mis esperanzas para que pasen inadvertidas. He tratado de no dejarla nunca sola, de no separarme de ella, de que ella no se separara de mi, y la encadenaba a la puerta de mi casa, o a los postes de la luz, o los bancos de los parques, porque quería volver y encontrármela, y comprobar que no me la han robado, porque no se puede vivir sin esperanzas, ni permitir que otros nos las roben o nos las arrebaten.
Ha sido una buena compañera de viaje durante todo este año, aunque he tenido que estar pendiente de ella para que no se me desinflara por los caminos. Le agradezco el haber podido sentir algo parecido a volar bajito, con el aire en el pelo por la mañana, a lo largo del paseo de la  playa vacía; le agradezco que me haya contagiado de su felicidad al pedalear con ella y Simbad trotando a mi lado; que se haya atrevido conmigo a meterse en el tráfico por las noches, orientándome con su sola lucecita minúscula, blanca; le doy gracias por haberme ayudado a traer pan para mi casa.
Pero se me estaba despidiendo y yo lo sabía y cuando ya comenzaba a preguntarme qué hacer, cómo vivir sin ella, mi hijo se apareció en casa con un montón de piezas desensambladas e incompletas, en las que se adivinaba algo que había sido una bicicleta de montaña.
Se le apareció a mi hijo, tal y como una vez ocurrió con la Rubia en forma de perra hermana-pequeña; esta bici es como la Rubia, delgada, ligera y estilosa y con el esqueleto de aluminio, nos ha llegado a través de un conocido que por algún motivo que ignoro perdió el interés por conservarla y ha dejado de quererla.
No supe su nombre mientras la vi despiezada en la terraza, se lo fui adivinando a medida que se armaba ante mis ojos:

Aparecida. Como de perra necesitada de cariño. Así que decidimos adoptarla, y reponerle alguna de las piezas que había perdido en su vida anterior: le compramos una barra de timón (holandesa), un freno (coreano), y dos pedales (catalanes). Mientras la engrasaba y la limpiaba un poco tuve una certidumbre que al principio me desconcertó; la miré bien en su nueva composición y me di cuenta de que es una bicicleta macho.
Tal vez haya para este vehículo y para mí una nueva oportunidad de llegar lejos, sanos y salvos; porque antes de su despedida, La Esperanza le ha donado parte de sus órganos a La (bien)Aparecida,lleva lo mejor de la otra: la parrilla (alemana, sin estrenar), una pata de apoyo, dos guardabarros y un timbre (vascos), el porta botellas, el candado (inglés), algún que otro tornillo de los que le quedaban cuerdos y sanos, y esa lucecita blanca (marca UE fabricada en Taiwán), que parece que alumbra poco, pero alumbra mucho, y que es la única con la que contamos para entrar en ese futuro año que todos, como el pasado, vaticinan muy oscuro.
Yo ni me lo cuestiono, cojo aire, aprieto el culo… Pienso seguir pedaleando con fuerza y sin miedo, bicicleteando; en esta Bien-Aparecid@, ese producto de la suerte, del afecto y del comercio multicultural,  que irá, como muchos de nosotros, tuneado de las esperanzas que se nos estaban muriendo.








miércoles, 28 de diciembre de 2011

Carrera Literaria



Para Mercedes Zeta, a quien le debo este post:


Carrera literaria.

Sonó el disparo, y todos salimos corriendo a por la gloria de las letras; a por los laureles de la inmortalidad.

Tenía que ser así; bregar para conseguirlo a toda costa; de lo contrario no habría valido la pena meternos de participantes en esa maratón casi todo el tiempo cuesta arriba, viento en contra, en una pista llena de trampas, socavones y emboscadas.

Yo me cansé y me senté al borde, me entretuve contando, narrando, y a veces hasta cantando. Yo me cansé y me asusté de la vanguardia y sus tarifas, de los precios en los kilos del oro de la gloria a cambio del talento. Nunca llegué a las cumbres donde crecen los laureles con hojas para coronarme, nunca a esa costa del “atoda…”
Elegí no correr.

martes, 27 de diciembre de 2011

Grandes momentos (personales) del 2011








Notas para una exposición.

Otro de los buenos momentos de este año fue en primavera. Mi amigo Juan Carlos Ospina Ortiz inauguraba una exposición con paisajes y yo le escribí las palabras para el catálogo. Me llevó más tiempo pensármelas que escribirlas. Quería ser honesto con el contenido y al mismo tiempo mostrar la admiración que siento por alguien que es capaz de vivir de su arte, del trabajo de su arte, eso produce admiración y respeto, y yo quería reflejarlo, pero sin pasarme de un límite de elogios y buenas intenciones y esas cosas, y que además todo eso cupiera en un solo folio.
Éste fue el resultado:

Notas para una exposición.
Juan Carlos Ospina.
Ronda. Málaga. España.
Primavera del 2011.

A principios de este mes de junio, con esa luz todavía fresca de las once de la mañana; Juan Carlos Ospina Ortiz, EL PINTOR, me recibió en su estudio-taller de Málaga. Que me pidiera la redacción de estas notas ya me pareció un honor, pero cuando, ante mis ojos asombrados, comenzó a desvelar los cuadros de la que iba a ser  su próxima exposición, comprendí que estaba asistiendo a un espectáculo mágico y privado. Ver esta muestra antes de ser inaugurada, fue un verdadero privilegio.
Admiro al buen artista y a la (buena) persona y no logro separar esa dualidad que es su esencia. Creo que esa dualidad algo tendrá que ver con el resultado y la calidad de su trabajo. Porque además pude hacerle preguntas. Corroborar impresiones. Descubrir, otra vez, con otros ojos eso que casi todos los días vemos en las ciudades, sin percibirles la belleza, esa gracia en las formas, esa distribución del color que el pintor ha tenido la paciencia de poner sobre el tejido, pincelada a pincelada, o a brochazos bruscos si ha sido necesario.
Ha pasado un año entero pintando y pintando de primavera a primavera, y las estaciones fueron quedando en las nieblas de los cielos otoñales, en el azul mediterráneo, o el verdoso de aguas radiantes saltando entre las piedras de un arroyo…; porque también ha captado la humedad, la temperatura de una puesta de sol vista de lo alto, entre piedras y genistas, o el mar de fondo, y las cascadas de neblina luminosa, palpable, bajando mansas, lentas entre los riscos. Todo eso vi, y más.
En los cuadros está Sevilla, otra vez y siempre, como con la primera mirada de quien visita y vive en espacios donde la armonía está pensada y organizada; Ospina los ha captado colocándose en el lugar exacto desde el cual ha querido que veamos con sus pupilas, o a través de ellas. Están Málaga, Córdoba, Jaén…, Andalucía en invierno, nevada, paisajes semiurbanos, espacios captados desde la ventanilla de un tren, desde la curva de una autovía, vistos por el caminante que se detiene a contemplar antes de acercárseles, de adentrarse en ellos.
También hablamos de la casi ostensible ausencia de personas en los cuadros. Nos fijamos en esos rincones que aún permanecen limpios y como escondidos en su pureza, ausentes de plásticos y poluciones. Y el pintor me dio permiso para citar a Edward Hopper como referente  y guía inspirador para dedicarse a una temática, el paisaje, que Ospina Ortiz aborda por primera vez en su larga y fructífera carrera de pintor. Entendí que Ospina Ortiz también se ha propuesto desentrañar esa modernidad que caracterizó la obra de Hopper en su tiempo.
Sólo me faltó preguntarle cuál, qué música acompañaría esas visiones que quedaron en las telas, a saber qué sonidos, cuáles melodías vendrán desde esos lienzos a entrar por nuestros ojos. Pero eso ya será tarea (y gusto) para quien se detenga frente a ellos, observe y escuche.
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 Los cuadros pueden verse aquí:
http://www.juancarlosospina.com/

lunes, 26 de diciembre de 2011

Top-ten familiar






Top-ten familiar

Indiscutiblemente aquí están  el artista y la canción del año, al menos en el hit parade de mi casa, mi barrio y varios distritos de Málaga. Vas a comprar el pan a la bodeguita de la esquina y de la radio de la vendedora sale la voz de Pablo Alborán, vas por la playa paseando y alguien tararea algo suyo, los muchachos en bicicleta, y las adolescentes acompañadas de sus madres que suspiran y hacen colas en la puerta de las tiendas para comprar el disco de ese chico, que las encantó a todas desde el sofá de su casa con una guitarra pura y dura. Es un hijo de internet, un descubrimiento de Youtube, un artista viral  que comenzó sin otras pretensiones que dar a conocer un puñado de piezas gradadas frente a una cámara web y se vio de repente con millones de ojos y oídos que le prestaban atención. Una casa discográfica se hizo cargo de gestionar ese fenómeno espontáneo y el resto comenzó a ser historia

El muchacho tiene algo, no es nada extraordinario, según él, y es verdad, pero el ángel lo acompaña, tiene el duende del arte que dicen aquí. Lo tiene, es indiscutible. Y encima se ha conservado humilde pese a ir a toda pastilla en el carrusel de la fama en que lo han montado.

Málaga está encantada con él, y los malagueños desde los ilustres y los artistazos, hasta los más humildes lo han arropado. Hay algo en él que todavía está limpio y conmueve.

Esta canción es la número uno en el top-ten familiar; quedará como un réquiem del amor roto para alguien que conozco; como uno de los himnos románticos que mi niña María recordará en el futuro, cuando se ponga a escuchar cómo sonaba su adolescencia en diciembre de 2011.

 Y porque me sirvió para descubrir a Carminho.

Mirando en Youtube encuentro una variedad de versiones y dúos que Pablo Alborán ha hecho con esta pieza; da la impresión de que todas las divas se vuelven locas por cantar con él, y tal parece que el chico ya tiene “Perdóname” preparada para ese fin. Luego el resultado puede ser comparado y todos coincidimos: Carminho la clava, la borda. No se puede ser más fuerte ni más dulce al mismo tiempo.


Fenómeno viral.




Nunca antes se había podido medir la popularidad con tanta precisión, de manera tan global y democrática (perdón por usar una palabra tan dañada y discutible)
Pero el hecho está ahí, medido con la exactitud de las matemáticas. Gente, mucha gente, muchísima gente, más de la que podemos imaginar; gente dispersa por la tierra, dedicando tres minutos con 54 segundos de sus vidas a oír lo que canta una chica sentada en una silla en medio de un salón de una casa donde parece que sus antiguos habitantes dejaron de habitar.
Casa que yo me empeño en ver como una metáfora de esta época, del año que se va...
Voy copiando el número poco a poco para entender el tamaño de la cifra:
We could have had it all…, repite ella en el estribillo, y yo voy poniendo un número tras otro, en grupos de a tres: el uno, dos ochos, el uno, un seis, otro ocho, un nueve, el dos el tres…
188, 168, 923… veces


Concierto de navidad
Quizás en estos días habrá un poco más de tiempo para ir a un concierto. Como andamos cortitos de dinero y no cabemos todo en la sala; vamos a colarnos por aquí.
Para quienes les agradó descubrir este año a Silvia Pérez Cruz aquí la tenemos durante media hora con Las Migas, sus amigas y musicazas de primera.
De este concierto me gustan la atmósfera intimista de sala pequeña, la calidad de grabación de estudio Las caras de estas mujeres estupendas trabajando su arte sin artificios; me gusta que lo que oigo me suena a flamenco muy antiguo y muy elaborado, (ver y oír el caso de “Los cuatro muleros” como una canción de cuna, La Tarara sí la tarara no… Los Tangos de la repompa con ese: “…ay dios mmmiiiiiiiiiooooooooooooooooooo, dios mío dame paciencia pa aguantar yo a este gitano, me falta la resistencia…)







domingo, 25 de diciembre de 2011

Intercambio mis regalos...


El jueves 22 de diciembre 2011 escribí.
Esta noche, a las 9 y 10 he terminado la última clase de este año. Cinco minutos después de esa hora me despedía de mis alumnos y comenzaba mis vacaciones de Navidad. Tengo ganas de descansar, de no hacer nada, de pasarme horas sin hacer nada, o hacer las cosas; pero sin apuro ni a contrarreloj que es como ando últimamente. Tengo ganas de estar ratos, horas enteras solo conmigo, acompañándome, y ganas también de estar con los amigos, pero sin trabajar, holgazaneando, bebiendo y riéndonos de nosotros, riéndonos de este año, de todos los apaños que hemos tenido que inventar para sobrevivirlo, de todas las trampas que hemos hecho, o de la zancadilla que evitamos o que hemos puesto, nos reiremos al contar cómo nos hemos hecho los tontos en los momentos más apropiados, de cómo inventamos escusas para quedarnos dormidos, de cómo nos las arreglamos para aparecer, para hacer creer que todo el tiempo hemos estado divinos y sublimes y profundos… Y entre risas volveremos a llegar a estas fechas con la sensación de que no hemos estudiado lo suficiente, ni trabajado lo necesario, ni avanzado lo bastante como para llegar a la vida que creemos merecer.
Voy a aprovechar cuando esté con mis amigos para ver si puedo negociar todo lo que me están regalando en esas postales navideñas llenas de buenos deseos.
Yo no he enviado ninguna aún. Me lo estoy pensando porque, como digo, quiero negociar: El asunto es que todavía me quedan sin abrir un montón de cajas llenas de Amor, de las que recibí el año pasado; es que no me dio tiempo a probarlas todas, las he conservado con mucho cuidado y mucho cariño, porque casi todas, la mayoría a decir verdad, venían hasta los topes de Amor del bueno, como de joyería madrileña, de las de calle Serrano, para que os hagáis una idea… amor valioso, perdurable, de vitrina y veneración. Gracias a la generosidad de mis amigos y seres queridos, Amor del grande no me ha  faltado. De ese tengo bastante incluso para dar todavía; pero ando un poco corto de afecto común, de cariño silvestre y de aprecio integral, intento usarlos en la medida de lo posible, pero se me gastan mucho, necesito litros de afecto común, aunque sea de supermercado y venga en botellas de plástico como la lejía, no me importa, y unas cuantas hojas de cariño silvestre, o de invernadero, me da igual, y el aprecio integral me da lo mismo si me lo mandaran en semillas o en levadura de hacer  pan.
Paz me queda muchísima todavía, también de la del año pasado, la regué por toda la casa, la he usado como abono para las plantas del balcón, de champú para refrescarme los pensamientos, me la he tomado en infusiones relajantes, me la he llevado conmigo a hacer tai chi. Los deseos de paz que recibí el año pasado me salieron de los mejores, muy auténticos, este año no me he peleado con nadie, y eso que he tenido montones de motivos y oportunidades, pero la paz me ha mantenido la cabeza fresca y el corazón tranquilo. Ya digo, funciona de maravilla, y como me queda bastante podría ofrecerla a cambio de un poco de Paciencia, a ser posible de las de pilas recargables, porque las reservas de paciencia que tengo se me agotan con mucha facilidad últimamente, y por lo que veo voy a necesitar bastante para el año que se avecina. Agrego que si a alguien le sobra por ahí un poco de Serenidad simple, de la de todos los días para enfrentar lo cotidiano, la agradecería mucho.
Tengo un buen stock de los deseos de Prosperidad que vinieron en las postales del año anterior, los estoy juntando con los que me llegan este diciembre, son deseos muy fuertes y muy irrenunciables, casi irrompibles; dejaré unos cuantos de reserva y el resto me gustaría cambiarlos por ciertas dosis de ánimo, y unas gotas de voluntad, a ser posible de buena-voluntad. Tampoco me vendrían mal algo de Coraje, en pastillas efervescentes o en capsulas como las multivitamínicas.
Y si no es mucho pedir, por favor agregar en los paquetes de deseos de Alegría una brújula, aunque sea de las baratitas, de juguetería, no importa; me sería útil para la pérdida del Sentido del Humor, este año se me ha desorientado a cada rato y se me confunde el mal-humor como el bueno, y la ironía, la mala leche y el sarcasmo parecen graciosos. Algunas de las brújulas que digo traen detectores anti-gilipollas y las hay que miden los niveles de ridiculez y arrogancias ambiental, pero no sé si ésas serán más caras o más difíciles de conseguir.
He pensado que con todos estos arreglos y negociaciones de buena voluntad podríamos hacer un fondo común anti crisis. A ver qué piensan los destinatarios de estas líneas.

Nota de regreso.


Han sido unas semanas de mucho ajetreo, con poco tiempo para mí, para estar conmigo y escribirme, textos para Ricardo.
Estoy de vuelta luego de un período de silencio involuntario. No he tenido tiempo para estar conmigo. El que no publicase no quiere decir que no escribiera. He estado escribiendo a ratos, cuando he podido. Pero lo he hecho para mí, para estar conmigo, repito. Y luego he estado preguntándome y seleccionando lo que pudiera ser compartible y que aparezca en el blog.
El enterarme de que todo lo que se publica en la red es imposible de que sea totalmente borrado, o de que desaparezca, al menos por ahora, me ha dejado impresionado y me dado una especie de respeto, de asombro, incluso de recelo; me ha hecho pensar en ser más cuidadoso con lo que deje escrito para esta eternidad virtual que se encargará de convertir en perpetuas nuestras meteduras de pata, ingenuidades, candores, ignorancias, putadas y arrogancias. Pero me reafirmo en lo que puse en la primera línea del primer post la noche que inauguré este blog, sigo buscando mi alma, y lo sigo haciendo muy en serio. Y con las cosas del alma no caben subterfugios, rejuegos ni mentiras.
Llegan diciembre y sus recuentos. A lo mejor algo de lo ocurrido durante este año valdrá la pena de ser contado o re-interpretado.
Vamos allá.


domingo, 9 de octubre de 2011

“Artistas a los que hay que querer”.




Hace pocos días estoy en mi cocina distraído fregando cacharros; de fondo la 3 de Radio Nacional de España, la locutora dice un nombre al que no presto mucha atención, un nombre de mujer con dos apellidos bastante comunes; otra cantorcita plañidera más, supongo. Hasta que la grabación comienza y de la radio sale una voz que me obliga a que la escuche.

Cerré el grifo del agua y me quedé atento. Cuando terminó la pieza, la locutora repitió el nombre de la artista y yo lo apunté: Silvia Pérez Cruz.

Si este blog fuera un programa sobre música (a veces pienso que va camino de serlo) Silvia sería entonces la artista de la semana.  Y el título del programa sería el de este post de hoy domingo.

He buscado y visto un montón de videos en internet, de los que resumo la información que he ido encontrando: Catalana de procedencia y belleza andaluza. Estudió en el Instituto Superior de Música, lo cual da una idea de que sabe hacer su trabajo y porqué. Sensible. Femenina. Echando mano de un mínimo de recursos técnicos y materiales, me refiero a luces, escenarios, instrumentos acompañantes, y a un máximo de ángel, gracia y finura.

En esto de apreciar arte (o entretenimiento); conmigo sigue funcionando el principio del niño que se fascina lo mismo con un cacharro de juguete sofisticado y carísimo, que con un grillo, o una hilera de hormigas exploradoras descubiertas en un jardín. A esta muchacha la veo, y la oigo, situada en el extremo opuesto de las ladys gagas, spears y demases, a quienes no quito el mérito que han ganado en la industria; pero encanta y hasta tranquiliza, descubrir y afirmar que otras, como esta Silvia Pérez Cruz con su nombre sencillo y su arte de persona cercana, logran los mismos efectos, los mismos objetivos de artista grande con menos efectismos y menos aspavientos.

Encontrar que en su repertorio personal hay, además de piezas catalanas y buen flamenco, un montón de canciones cubanas de las buenas-buenas, fue lo que acabó de decidirme para incluirla en mi lista de “Artistas a los que hay que querer”.

Y basta de cháchara. Pongo dos videos aquí, escogidos de entre todos los vistos. El primero va con ese encanto del lugar en que está grabado, así en plan tarde de aficionados en el salón de los abueletes, y la Silvia ahí con su papá a la guitarra.

Y el segundo porque se explica por sí mismo.

Amigos, descubran y disfruten…







sábado, 17 de septiembre de 2011

Mientras escucho “Korana”







Se llama boicot mental y lo practico, pero es como una quijotada, una quimera imposible de alcanzar. Mi mente boicotea los titulares de las noticias que sé no lo son.  Boicot mental es borrar a esa persona odiada o que desdeñamos, desaparecerla de nuestras mentes, es saltarnos directamente el canal de televisión donde unas señoras (previo pago) discuten ante las cámaras su privacidad a gritos y reproches; es olvidar que el estúpido de tu vecino vive a dos puertas de la tuya; es ignorar voluntariamente que esta tarde misma el trending topic, el hastag que calienta las redes habla de la criatura mediática más odiada de España.
Precisamente lo que “ella” –no escribiré su nombre-  quería, quiere: llamar nuestra atención para que nosotros, carneros interactivos,  semianalfabetos funcionales, miremos, criticones, despreciativos, pero miremos, de espaldas a la máquina que mide la electricidad que pagamos en cada giro que da esa ruedecita de los watts por minuto, de frente a la pantalla que no diluye el rostro de  la odiada nacional de turno, porque las audiencias suben, y los cifras del cheque que cobrará a fin de mes también, y nosotros los desocupaditos, los aburridos y decepcionados de las vidas ajenas nos entretenemos contribuimos divertidos y la alimentamos con nuestro menosprecio.
Mientras, la información, lo que de verdad debería ser noticia, se escurre y se escamotea en los telediarios, oficialistas o comerciales, da igual.
Hace un par de años unas, otras, mujeres ignoradas y anónimas Elizabeth Blackburn y Carol Greider (¿las conoceis?) fueron sacadas por un momento de sus laboratorios para que se llegaran hasta Estocolmo a recoger su premio nobel de medicina ¿alguien lo supo, alguien lo recuerda?, pero eso no es importante ni es noticia, aunque quizás esas ignoradas por los ignorantes descubrieron algo que un día  salvará la vida de alguno de nosotros, borregos obtusos, cansados, criticones, que llegamos reventados de noche al sofá frente a la tele para enterarnos de las nuevas razones que las muy-más odiadas de aquí nos da para que sigamos queriéndolas con ese desprecio feroz  de quien se siente superior humana e intelectualmente en este lado del sofá.
Se llama boicot mental y yo lo practico en secreto para no enfermarme más del virus de la información basura y contaminada. Aprendí a practicarlo; muchos en mi país de origen lo aprendimos desde jóvenes ante los titulares mentirosos y triunfalistas de los periódicos cubanos, y me sigue sirviendo de entrenamiento para desencandilar  mis neuronas cegadas por los juegos de luces y sombras, espejos y brillos usados para desviar la atención de las protestas universitarias en las calles de cualquier capital europea o latinoamericana, esta tarde misma, o que pretenden quitarle importancia a la próxima estocada que los bancos de aquí o los militares de allá, ordenarán sobre nuestros derechos y libertades.
Es una lucha tan inútil como la de recuperar y reforestar el Amazonas, lo sé. Llamo al boicot mental entre mis amigos y familiares, y algunos, también lo sé, me miran como si estuviera pre siquiátrico, pre senil, anti corriente, anti modernidad… Coinciden conmigo en los niveles de desprecio, pero conceden esos minutos de atención que una "ella cualquiera" reclama hablando de sí misma en tercera persona. Corro a refugiarme en el rincón de los incomprendidos y los ignorantes voluntarios.
¿Elitismo marginal? Me la suda, me la refanfinfla.
 Saco de mis oídos los gritos desaforados de las tertulianas y colaboradoras de realities que tanto fascinan a mi vecina, me limpio del almíbar baboso de los cantorcitos adolescentes (norteamericanos por supuesto); escapo de esa mano que me sujeta y me obliga a volver el rostro hacia algo, o alguien, que no quiero mirar; de quien no quiero saber. Y me voy a buscar a otros que a lo mejor sí tienen un trabajo currado y digno de admirar, pero que nunca aparecerán en las grandes cadenas, ni en los primetimes.
Este blog en sus casi dos años de existencia ha mostrado a veces alguna de esas piedras raras del talento que se mueve y florece fuera, y al margen de los circuitos.
Mientras las divas del pop-rock de toda la vida anuncian perfumes, shampos, y coches de alta gama, y los ídolos de las quinceañeras pobres muestran cómo moverse y vestirse, yo busco (y en ocasiones encuentro) lo que los nuevos jóvenes genios están haciendo con su herencia musical en la India, en los países árabes, en Grecia, Brasil, La Habana o los Balkanes. Ellos también han descubierto la tecnología y las posibilidades que las máquinas les dan para que su antigua música de siempre se renueve y suene como si fuera a nacer mañana.
 Os dejo con uno de mis últimos descubrimientos. Quien dirige todo Se llama Sanja Ilic, es de Belgrado, es compositor e investigador de la música tradicional de esa zona. La cantante es una bastante desconocida Natasha Jelic,  su voz es un instrumento más dentro de esa orquesta que se hace llamar “Balkánika” La pieza es el título de este post, Korana, el nombre de un río que también existe pero que no tiene tanto glamur como el Támesis o el Sena. A lo mejor a alguien, (a algún marginal indignado como yo), le gustará lo que va a ver y escuchar en este video. Si no siempre quedarán Telecinco y sus alrededores.


viernes, 9 de septiembre de 2011

Una de las razones por la que quiero seguir practicando tai chi el resto de mi vida...

El video está en  chino, pero no hace falta saber para comprender, o sí....
Lo aconsejable es observar antes de responder acertadamente a cada una de las tres preguntas, palabras, que vienen a la mente ante estas imágenes de lo real maravilloso: ¿magia?, ¿truco? ¿física?
Yo, por un si acaso, y porque de ilsión también se vive, voy a seguir con mis ejercicios y entrenamientos, llevo años en ello, y luego de ver a este anciano me digo que a lo mejor no voy muy desencaminado. Yo voy a seguir, a ver qué pasa...


miércoles, 7 de septiembre de 2011

Desea que mi depresión post-vacacional sea leve…





Escribo a una amiga, ironizo en la despedida de una carta. Primera semana de septiembre y ya estamos de o con la depre-post-vaca… La primera vez que oí hablar de ese fenómeno no pude menos que sonreír. Vaya, otro concepto que mi finada abuelita Rosa (la que me preguntaba porqué hay personas españolas que mueren de anorexia) jamás hubiera entendido. Es muy europeo, muy de país desarrollado, y los sicólogos en los programas de la tele, y los tertulianos de la radio, y los anuncios sutiles de los grandes almacenes lo tienen en cuenta y nos aconsejan la mejor manera de librarnos de ella, de la deprepostvaca, nos dan sus opiniones y consejos, sus mejores ofertas y descuentos, para que al menos nos sea leve el retorno a la realidad por cocinar.
Es un trastorno muy europeo, decía, de gente acomodada, de quienes pueden permitírselo y también y sobre todo para ser justos, de quienes se las han ganado, soñando con ellas semanas antes de que llegaran, añorando esa liberación para viajar y practicar las lecciones de inglés que aprendieron conmigo, por ejemplo, conozco algunos que se morían de ganas de que les llegara ese breve tiempo de quitarse los relojes, las corbatas, los tacones, los trajes de ejecutivas impecables.
Y esos meses y semanas anteriores a los añorados días de libertad, ¿cómo se llaman…, depre-pre-vacas? Seguramente existe, los profes llegamos reventaítos a los finales de mayos o principios de junios, con las neuronas achicharradas y los nervios de punta(s).  Abuela Rosa habría tenido de esa de la pre-vacacional, crónica. Jamás cogió vacaciones. La propia palabra estaba fuera del diccionario cotidiano de la generación de los abuelos. Y si eras ama de casa y madre de doce hijos, no hay más que hablar.
Mientras, los deprimidos post vacacionales vuelven tristes a los gimnasios, miran como con aburrimiento las ofertas de ropa otoñal, se les hace un nudo de miedo en el estómago ante la idea del regresar y reemprender,  de la vuelta a la oficina, vuelta a la clase, al taller; en la tele o en la radio se habla poco de las depres que no son post ni pre, de la de los desempleados con depre permanente y vacaciones obligadas que seguirán tostándose los lunes, y muchos días más de las semanas y meses venideros, al sol de los parques y las colas del paro.



domingo, 21 de agosto de 2011

Una amiga me pide que salga de mi habitación y escriba...

Ando chungo de ánimo, aislado en mí, en espera de que se vayan el calor y los demonios...
Le mando este texto que armé hace varias semanas. Copio y pego. Y quien quiera (o pueda) entender, que lo reciba y lo sienta como suyo...


Imagino el segundo en que la idea destella en la memoria musical del creador, un diminuto punto de luz en el cerebro se conectará a otros de colores y notas diferentes, dando forma a lo que será una colección de sonidos puestos en orden, la melodía…
Percibo esos puntos de luz en las primeras notas de un piano. Imagino el contacto de las yemas de los dedos con las teclas. Veo al compositor convirtiendo acordes en escritura musical. Lo veo llevando la partitura escrita a otros músicos, que leen los sonidos, los entienden y los agregan a otros instrumentos, un violín, sintetizadores, percusión…
Veo el rostro de la vocalista. Lee los arreglos finales sobre los que grabará su voz.
No conozco a ninguno de ellos, ni sé en qué ciudad ocurre, pero los veo entrar a un estudio lleno de equipos de última generación. Insonorizado como una cápsula. Los veo situándose frente a los micrófonos numerados, los oigo ajustando y afinando sus instrumentos, respirando pausadamente, centrados, concentrados, proponiéndose dejar grabado eso, el eso, el rapto que les subió en forma de espiral desde el centro del estómago hacia el centro del cráneo cuando oyeron en sus mentes lo que podría llegar a ser aquella partitura convertida en materia audible. Luego intentarían juntarlo todo y grabarlo para cuando llegue ella… La que pone la voz se llama Erin Williams y hasta hace poco tampoco la conocía de nada.
Ahora me obsesiona imaginar qué sentiría…, con cuál, con cuánta intensidad giraba esa espiral desde el centro de su mente hacia los túneles de su garganta.
Cómo se sentirían sus acompañantes al seguirla mientras la escuchaban. Cómo estarían mirando, con cuáles ojos, los encargados de controlar las maquinas registradoras del hecho.
Cómo se habrán quedado después, cuando se hizo el silencio…

Es lo único que puedo escribir sobre la grabación de este video. Imaginar cómo fue hecha esa música. Porque imaginar palabras para encadenarlas mientras escuchamos es tarea y placer de cada cual. Banda sonora íntima; archivo fotográfico privado, memoria personal, estados de ánimo incluidos.
Desde detrás de esta pantalla puedo ver las caras de algunos amigos a quienes voy a mandar este post. No les puedo privar del placer de crear sus propios estados de escucha.
Son cinco minutos con dieciocho segundos tras los cuales, quizás quien escuche con atención, pueda quedar como en estado de gracia.


martes, 9 de agosto de 2011

Con el perfume de la imaginación.


Y desde la distancia, envío este regalo a mi amigo Miguel: la primera imagen recién captada, de esa primera flor casi naciendo en el día de su cumpleaños. Esa flor es una de las posesiones que más valoro en estos momentos. Me ha llevado más de cinco años conseguir el milagro de ver mi primera mariposa cubana en nuestro balcón de Málaga.

Para quien no lo sepa y lea esto, es la Flor Nacional de Cuba, se le cultiva y se le venera como flor sagrada y se colocan en los altares como ofrenda a los santos, van en los ramos de las novias, o sobresalen en las coronas fúnebres. Y emborrachan con un olor que puede recordar una mezcla de aromas: azahar, jazmín, gardenia…

Hace más de cinco años de mi último viaje a Cuba. Fue en mi regreso de ese viaje que me traje en la maleta dos cebollas, dos bulbos de esa planta, cada uno dentro de un calcetín enrollado y embutido en la punta de una zapatilla. Esas cebollitas con sus brotes verdes, eran muy especiales. Yo los había desenterrado en el patio de la casa de mi hijo, en San José.

A Málaga llegaron bien, vivas pero aletargadas por el viaje y por aquel invierno que debió parecerles eterno. Vivieron y crecieron y los primeros brotes ya malagueños prosperaron hasta que una ventolera de octubre casi acaba con ellas. Aquel año no hubo flores, ni los siguientes. Desde que llegaron han sufrido mudanzas, resolanas, dos granizadas y largas sequías por olvido de quien debía cuidarlas cuando se quedaron bajo la responsabilidad de mi hijo o de alguna de sus amigas. Por vueltas de la(s) crisis, paros, desempleos, desencantos y reunificaciones, las mariposas volvieron a esta casa, otra vez bajo nuestra custodia. El año pasado en uno de los tallos hubo un intento tímido de flor que unos moscardones comepétalos se encargaron de frustrar.

Este año, hasta anoche, cruzábamos los dedos, esa primera flor habana-malagueña ya indicaba por dónde iba a brotar, y nosotros queríamos que tuviera buena suerte, que al fin, por fin, se le diera el premio de vivir, los papeles de nacionalidad, el permiso de residencia, el de crecer y progresar pese a estar tan lejos, con tantos factores en contra, como nosotros, bregando por un espacio y una tierra. Quizás porque el valor simbólico es un buen valor añadido es que hoy esta foto y esta historia valen tanto para mí, como para convertirla en un regalo de cumpleaños y enviarla a través del aire de las redes, un símbolo de cubanía, de pureza, de resistencia, del conmovedor triunfo de la fragilidad y la belleza.


jueves, 7 de julio de 2011

El mes que viene voy a dar clases de tai chi.


Estoy avisando para buscarme alumnos, recuperar algunos, contactar con nuevos, y formar un grupo majo de personas que quieran hacer un poco de entrenamiento físico acorde con las posibilidades de cada cual.
Me propongo trabajar corrección postural, voy a empezar por ahí, como siempre; nos hace mucha falta, hay demasiados hombros rígidos, demasiadas espaldas torcidas y curvadas a nuestro alrededor, lo veo todos los días, incluso en personas mucho más jóvenes que yo. A las posturas, además de sobrarles incorrecciones, les faltan elasticidad y flexibilidad en las formas y movimientos, al andar, al quedarnos de pie esperando a cruzar un semáforo. Así que voy a incluir estiramientos en todas las sesiones iniciales. Junto con los estiramientos de tendones y músculos trabajaremos articulaciones; esa parte la voy a vincular con ejercicios de circularidad. Y la circularidad nos llevará a los ejercicios de equilibrio que irán encaminados a redistribuir el peso en piernas y caderas, y a practicar balances, giros y empujes.
Como os daréis cuenta, todo eso conduce a centrarnos en la coordinación de las distintas partes del cuerpo que luego intervendrán de forma armónica en esa especie de coreografía que resulta cuando ejecutamos en secuencia los movimientos de cada ejercicio.
Y por supuesto, a todo este proceso de coordinación habrá que agregarle la respiración medida y consciente. Tiene su curro, pero lo hace más interesante. Nos lleva a la concentración, y a focalizar la atención. El cerebro lo agradece, la mente se refresca y los ritmos internos del cuerpo se acoplan, presión arterial, ritmo cardíaco, ondas cerebrales… Entonces habrá que practicar con la respiración y hacer algo nuevo para muchos: memorizarla con los ejercicios.
El tai chi también va de eso, de la memoria corporal. El cerebro ordena y el cuerpo obedece, así de sencillo y así de difícil, lo advierto, pero viene muy bien a veces darnos cuenta de los descoordinados y desbalanceados que andamos por la vida, no solamente en el plano del movimiento, si no en muchos otros aspectos de nuestra existencia cotidiana. Así que tendremos que observarnos mientras aprendemos a realizar el proceso. En el lugar donde quiero hacer el curso hay espejos. Sirven de ayuda para medir la proporcionalidad de los movimientos, ni muy grandes, ni muy pequeños. Vamos a usar las medidas de nuestros cuerpos como referentes para desarrollar las percepciones de equilibrio y balance. Ying Yang, ya sabéis, el tai chi también va de eso.
Hemos escogido para trabajar la primera semana de agosto, antes de la feria, del lunes 1 al viernes 5, por las tardes, dos horas de 7 a 9, que hay menos calor. Y el sábado por la mañana, temprano (de 9:30 a 11:30) haríamos otras dos horas extras (y opcionales) de práctica al aire libre.
Sale un curso-taller de  10-12 horas. La sesión opcional del sábado no va incluida en la tarifa. Voy a cobrar a 5 euros la hora de trabajo. 50€ por persona;
que es un precio bastante razonable para los tiempos que corren. Si te interesa o sabes de alguien a quien pueda interesar mi propuesta, adjunto más datos debajo de estas líneas. Un saludo.
Ricardo
TAI CHI
 Taller de Verano (del 1 al 5 de agosto)
Artesanos de la Escena. Escuela Integral de las Artes Escénicas en Málaga.
Contenidos:
Curso-Taller de Tai Chi, estilo Xin Yi (tabla de 24 movimientos)
Duración. 10 horas.
Ejercicios de respiración, estiramiento, flexibilidad, circularidad, equilibrio y coordinación.
Será impartido por el instructor Ricardo Ortega.
Fecha:
Del lunes 1 al viernes 5 de agosto, 2011.
Horarios:
Tardes (de 19:00 a 21:00) 2 horas por sesión.
Mañana: (extra-opcional) Sábado 6 (de 9:00 a 11:00) Sesión de práctica al aire libre.
Precio del taller: 50 €
Contactos:
Artesanos de la Escena. Escuela Integral de las Artes Escénicas en Málaga.
Calle Vendeja 30. Málaga.
Tfno. 951-25 63 92

Ricardo Ortega: