domingo, 12 de diciembre de 2010

Revolviendo en la basura cotidiana.





Escarbando en la basura cotidiana; asustados por las amenazas; afectados por los desplomes en los bancos; sucios, contaminados por derrames de petróleo crudo… Sobrecogidos por revelaciones secretas; temerosos de quienes se suponen están ahí para protegernos y cuidarnos; desconfiados de los mercados, alarmados por los precios; preocupados por el clima; desolados como los páramos que fueron bosques de vida. Vagando por el desierto laboral en busca de un salario decente y un trabajo estable; enfermos de virus y bacterias manipulados en laboratorios, rehenes de fanáticos suicidas, integristas unos, dueños de trasnacionales otros. Así estamos. Es el retrato del dolor, del miedo en absoluto.


Pero si escarbamos quizás aparezca aunque sea una sola piedra pequeña y reluciente, como un rubí rojo, una esmeralda verdecita de esperanza, una piedra rara y pura, una humilde cuenta de vidrio limpia y transparente, una piedra de río pulida como un huevo por el tiempo…Va y a lo mejor hubo un día de un mes en que alguna apareció entre la avalancha de malas noticias, y la sacamos del montón y la conservamos en una foto, en una nota manuscrita, en un objeto que sujeta papeles sobre la mesa.

A lo mejor en estos doce meses hubo doce buenos momentos, doce buenas noticias, doce sorpresas felices, doce canciones que serán memorables, doce logros, doce pequeñas victorias, doce sueños cumplidos, doce nuevos proyectos, nuevas personas, nuevos amigos, buenas ideas, nuevos inventos, buenas acciones; doce alegrías, doce buenas razones para seguir.

Creo que si abrimos bien los sentidos seríamos capaces de descubrir más de una joya que nos ha caído de regalo en medio de la mierda… Al menos un acontecimiento que merezca ser tenido en cuenta; uno por mes, quizás. Yo me he puesto a la tarea y súbitamente mi lista crece y sobrepasa las expectativas. Poseo más alegrías y más logros cuando empiezo a sumar y a sumarme a las de otros como míos: y agrego ese premio literario a un autor que escribe para mí porque soy uno de sus lectores secretos o uno de sus amigos públicos. Míos son también los diplomas de graduación de quienes han sido mis alumnos; míos son los sobrinos y nietos que nacen en las familias de mis amigos; mías son las mismas emociones que envolvieron las promesas de amor dichas por los novios protagonistas de aquellas bodas a las que fui. Mía es la sensación de triunfo de quien le salvó la vida a un perro; o terminó de pintar un cuadro, o pudo llegar a fin de mes, navegando con su pequeña empresa, reflotando un sueño.

Mi lista sería aún más amplia si quienes leen esto me mandaran las suyas. Revolviendo en la basura cotidiana algún tesoro habrá digno de ser rescatado.

1 comentario:

  1. Ricardo, siempre es esperanzador leerte, consigues reconfortar el corazón.
    Es tan importante lo que haces!!!.
    Un besazo.

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