sábado, 26 de febrero de 2011

D(e)fecto Dominó

Hace unas noches en la 2 de TVE ponían La Colmena, de Cela. No la vi. No puedo con la película, ni con la novela, ni con Cela. Intenté leerlo dos veces, y ahí se quedo, hace muchos años. Me abrumaba aquella atmósfera de posguerra española. No hay nada más patético en el cine, y en la vida, que una posguerra. Sobre todo contada por sus víctimas. Todos recuerdan esa España de un solo color triste. Es el color que marcó una época.
Y cuando a ese gris se le agrega el sepia del tiempo, ese beige amarillento de los años, las imágenes se vuelven fantasmagóricas.
La isla luminosa de Cuba está dejando también sus imágenes de posguerra cotidiana, el beige amarillento, el café desteñido, el chocolate reseco, todos son colores del presente, todo está cubierto de churre, de falta de pintura, las paredes rajadas de arriba abajo, la madera carcomida, cayéndose a pedazos, la basura en el suelo, los patios sin barrer, las cosas rotas, inútiles, abandonadas al herrumbre y al moho; los jardines descuidados, las construcciones sin terminar, la vida improvisada, urgente, provisional. Todo lo exterior como consecuencia de ese mismo paisaje en la médula de los huesos.
Los turistas se apresuran con sus cámaras a captar ese mundo antes de que se desaparezca, antes de que se lo traguen la mierda y la desidia. Y si el visitante que va con su cámara tiene además algo de talento, el resultado de sus flashes de la vergüenza, se convierte hasta en premios en salones de arte europeo, en piezas emblemáticas para los catálogos de los especialistas. Todo el mundo quiere traerse su foto de aquella pared destartalada, del techo vencido, de los estragos que la falta de recursos y esperanzas dejan en la estética, en la mirada del visitante foráneo, y también en la mirada del anciano que se deja fotografiar. Cuba vende esa estética del churre, de la mugre artística.
Cada vez que alguien, y a veces me lo confiesan, dice que quiere ir a ver esa Cuba jurásica de ahora, (antes de que os la cambien- me dicen-) yo escucho entre ofendido, avergonzado y perplejo. Trato de entenderlos: quieren asistir y ver, ser testigos de los estertores de un mito. Qué le vamos a hacer, el turismo es así de caprichoso, y el turista lleva regalos y dinero.
Así que seguiremos convirtiendo el revés en victoria y haremos arte de la suciedad, en medio de ella, y hasta en homenaje a ella.
No quiero ni imaginar cómo se verá este video dentro de diez, veinte años… cómo se verán esas imágenes (tan cubanas) de patio haitiano tras el terremoto de la indiferencia, de la incapacidad de mejorar el único presente que ahora mismo hay. ¿Las veremos igual?, ¿me producirán el mismo desapego el mismo rechazo que me hizo levantarme del sofá y abandonar la película, el libro, la época de La Colmena con su franquismo de museo al que nadie quiere volver?
¿Sentiré la misma compasión, la misma lástima que me da mirar los destrozos de lo que fue mi país? No estoy seguro.
Lo que sí sé es que la música, ah, pero la música…, seguirá siendo tan sorprendente, tan inconfundible, tan buena, con ese poder para inventarse y emerger de una moneda que gira, del cristal de un vaso, del redoble de unos dedos sobre una mesa, del chocar de las piezas del dominó, hasta meterse en los instrumentos de estos artistas de lo sucio.

Dominó (X Alfonso) Cuba.


1 comentario:

  1. Muy bueno tu escrito, compadre. Y estoy totalmente de acuerdo contigo. La nostalgia nos tiene idiotizados. Algunos se preguntan y cuestionan, porque el cine español no sale adelante y evoluciona. Yo creo que es porque se quedaron anclados en el mismo tema:la posguerra. Solo hay que ver la última temporada de películas que se han producido. En fin...

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