sábado, 21 de mayo de 2011

Ese apuesto mancebo de la foto es mi hijo.



Esta foto la pongo sin su permiso. Y el post es este texto que quizas ya no le voy a escribir por su próximo cumpleaños. Dentro de poco cumplirá treinta. Él está radiante y yo miro la foto con ojos de padre orgulloso. Ha estado con Gonzalo probándose camisas y corbatas que le vengan bien al traje que acaba de comprar. Pronto iremos a la boda de un amigo. Las cosas que te obligan a hacer los amigos..., él que hasta hace poco decía que jamás se vería así.

Se ve estupendo. Un muchacho preparado, currante, curioso, extranjero, inmigrante, en paro prolongado, electricista proveniente del sector de la construcción, que sabe de tecnologías que yo ignoro, de pantallas leds y luces de largo y corto alcance, como las de su futuro sin marcha atrás, sin vuelta a la isla de donde vino, porque allá los anuncios son de un millón y medio de parados, y porque desde aquí es de donde se saca y se inventa para ayudar a los de allá.

Esta noche preparábamos algo de cena, conversábamos en la cocina sobre lo rara que se nos ha aparecido la primavera. Mañana hará dos meses que tenemos primavera y yo que no la siento, que no me decido a sacar la ropa de verano, las camisas de manga corta. Todavía hay que salir a la calle con cazadora, todavía hay frialdad, y la humedad no se quita, la humedad nubla el cielo, se pega al humo de los coches y lo hace más espeso.

Las noches aún no son agradables para ir a pasear, hay que llevar paraguas por si llueve. Y esos muchachos allá afuera..., en Málaga también los hay. Después que se quite el traje para la boda que será; mi hijo puede que vaya con su novia a darse una vuelta por la plaza en la que acampan (y reflexionan) esos a los que la prensa llama “los indignados”.

Yo me quedaré aquí en la retaguardia, atento a lo que está pasando, leyendo periódicos españoles y extranjeros, reflexionando (es lo que toca) y escribiendo esa carta única que me sirva para contarle lo mismo a amigos que esperan que les escriba, que les cuente de nosotros, de cómo pasa por el filtro de mi pensamiento lo que veo, lo que vemos.

Me acuerdo de mis amigos españoles que viven en otros países, o españoles de aquí, o no españoles pero que les importa lo que está pasando ahora mismo, esta noche.En esas manifestaciones están resumidas gran parte de nuestras conversaciones de los últimos meses. Y viene a ocurrir precisamente ahora. En un momento a partir del cual nos dan veinticuatro horas para que pensemos en la democracia con sus peros y ventajas. Yo miro a los meditadores en la tele, y en las imágenes de este ordenador. Se puede decir que esta noche hay un montón, miles de seres soñando despiertos.

Todo parece indicar que el sueño más inalcanzable de cualquier ciudadano común sería el de sentirse genuinamente representado por el político al que vota. No me importaría pagarle su salario de mi bolsillo (de hecho, creo que lo hago con algo que se llama impuestos) Hasta le daría de comer en mi mesa, le consideraría mi amigo y benefactor si se lograra el sueño inalcanzable, de que ése que está ahí, en el hemiciclo, o el congreso, o el senado, o como se llame, me represente de verdad, se acuerde mi, piense en mi, yo le importe.

Lo dicho, un sueño Disney, de esas fantasías que yo he perdido el tiempo embutiendo en las cabezas de vuestros hijos, como maestro, durante años machacándolos con la misma tontería mentirosa de que hay que ser solidarios, y honestos y sinceros y lo más justos posible; cuando la realidad que llevan a cabo los adultos responsables en el exterior de las paredes del aula, contradice y hecha por tierra, anula todo mi trabajo de comunicador de buenas nuevas.

Me pregunto si mi hijo esta noche, y los hijos de mis amigos, y mis propios amigos, habrán tenido algún flash al proyectar la mente hacia lo desconocido, si ven algo que se parezca a un tipo de democracia mejor, de vida mejor para personas cercanas y queridas, inteligentes, útiles, con conocimientos actualizados, gente que no para de reciclarse para seguir activos, para seguir sintiéndose útiles y motivados; pero gente a la que algo detiene, les para, les lleva a la cola de los parados, a los contratos mierderos y tramposos, y al abuso entre personas que en teoría deberían ser colaboradores, trabajar en co-laboración.

Me pregunto si ese proyecto de sociedad más humana, ese boceto de proyecto pudiera ser una realidad en el pueblo de provincia donde vive mi mamá con una pensión pequeña y la ayuda que recibe de sus hijos. Me pregunto si mi hijo se pregunta si ésto será ya para siempre así: breve, efímero, inestable presente de coge el dinero y huye, y no firmes ningún papel.

Tenemos que escuchar a nuestros hijos, nos aconsejan siempre los sicólogos expertos en los programas y tertulias, lo afirman los pedagogos, los catedráticos, los líderes espirituales, los patriarcas y matriarcas de la banca, de la moda y la cultura, lo ordenan los sabios de la tribu. Tenemos que escucharles para que nos comprendan.

Me pregunto cuán cansado, frustrado, desesperanzado y triste estará ese estupendo mozo de la foto, ese chico de la generación de los indignados a los cuales esa palabra, esta noche, no los califica bien, no los define por completo; esta noche están eufóricos, unidos en esa breve felicidad colectiva que marcaron las doce campanadas de la Puerta del Sol, en el cero del centro del corazón de Madrid.

Se hizo el silencio para escuchar el reloj, y luego  hubo esa ola de voces y aplausos como aquella noche de un año nuevo que fuimos a recibir allí, con besos y abrazos y la esperanza de algo nuevo siempre por venir.

Esta noche, a las hora de las doce campanadas yo estaba ahí, aquí en Málaga, pero también ahí, allá en Madrid, comiéndome con los ojos y la respiración las imágenes de la tele. A esta primavera lo que le faltaba era luz, y los muchachos en las calles y plazas de España se la están trayendo por otras puertas del sol.

2 comentarios:

  1. Un abrazo muy grande de tus amigos en Madrid que te evocamos siempre.
    Tu viejo amigo, Alberto Lauro.

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  2. Qué bueno, Ricardo. En este artículo has expresado muy bien lo que piensa la mayoría de los jóvenes y muchos de los que no somos ya tan jóvenes. Me encanta leer y entre-leer lo orgulloso que estás de tu hijo. No todos los padres lo expresan, incluso algunos se olvidan de que los tienen... Y bienvenido a tu propio blog, que hacía mucho que no nos contabas nada. Un abrazo. Teresa.

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