sábado, 4 de junio de 2011

El 15 de mayo, San Isidro, fui a una romería.



Pese a que llevo muchos años en este país, todavía, a veces, se me pone cara de turista. ¿A que parezco el güiri de la foto?




Llegamos a Montemolín, en lo más puro de Extremadura y ya se me pusieron los ojos de turista extranjero. ¿O serían los de periodista, los de observador?
Los familiares y amigos de Juanma, nuestro inestimable anfitrión, nos recibieron con esa cortesía solemne y reposada de quienes están acostumbrados a dar bienvenidas y agasajar. Porque parte de la fiesta va de eso, de que venga gente estresada, cansada, que han pasado lutos recientes, que tienen preocupaciones monetarias, exceso de trabajo, insomnios y pleitos por resolver…, o sea, el retrato vivo de los componentes de mi grupo de amigos. Sabíamos a lo que íbamos y creo que ellos también.
Poco a poco la mesa se fue llenando de comidas y los vasos de bebidas, y a la media hora ya nos estábamos riendo un poco. Yo tampoco me siento extranjero en ningún lugar, donde haya lumbre y vino tengo mi hogar, como dice Serrat en su canción. Pero es que a mi la cara de extranjero no se me quita. El único extranjero del grupo, el cubano que siempre mira con asombro algo que alguna vez ya vio con anterioridad en las películas de Sara Montiel, en su esplendor de cupletera. Una romería española. De las auténticas. Y a mi todo lo auténtico me atrapa
Ese San Isidro venerado de la foto es antiguo y pequeño. Lo llevan al campo cada primavera, lo sacan del pueblo en romería, y lo colocan en una ermita triangular y minúscula, con su haz de trigo y su guirnalda de flores silvestres y su angelito pastor de bueyes en miniatura. Lo pasean rodeado de flores y música para que vea ese campo tan bonito de los alrededores de su pueblo, y para que sus fieles, al presentarle sus respetos, puedan hablarle de igual a igual, que es como conversa con alguien que se ganó fama de currante. También lo han traído para hacerle una fiesta y que él bendiga la primavera y a nosotros junto con ella, que falta que nos hacía.





San Isidro debió estar muy contento con el fiestón que los romeros le montaron esa noche. Todo el pueblo y muchos habitantes de otros pueblos de los alrededores se habían instalado en ese terreno a unos siete kilómetros de la iglesia donde San Isidro pasa el resto del año. Pleno campo verde, casetas con banderines en el techo, y con  cocinas y  hasta con jardines de rosales y barbacoas… Hay gente comiendo, gente conversando, preguntándonos cosas, contándonos las vidas, quejándonos, riendo otra vez, no hay teatro ni película pero hay trajes largos, flores en el pelo, botas camperas, chicos y señores a caballo, polvo de tierra pisoteada, como en aquellas películas auténticas que vi.

Algo de aquella autenticidad antigua queda aún. Curioseando en la web para escribir este post que le voy a regalar a nuestro amigo Juanma, buscando videos y periódicos para saber  más sobre ese lugar donde nos trataron tan bien; encontré a este señor, que no conozco de nada, porque la grabación que está colgada en Youtube es de hace unos pocos años atrás, pero verlo cantar puede dar la idea de cómo se llega  a vivir esa autenticidad tradicional que me parece percibir con mis ojos de lejano. Los fandangos que ese señor canta (Gerardo el Jayao según el video)  se me enlazan de alguna forma con las improvisaciones que hacen los guajiros cubanos en los guateques.



http://youtu.be/bJkogd2gFPY


Pero el asunto es también que la autenticidad cambia, que ya Sara Montiel tiene más de ochenta años, y que en el fiestón para San Isidro había hasta una orquesta; una cada noche, con luces y flashes discotequeros, micrófonos inalámbricos y ecualizadores digitalizados y la orquesta era una auténtica orquesta de fiestas populares, bodas, bautizos y convenciones; de las que llega con su camión atestado de instrumentos y su equipo de músicos todoterrenos que descargan, montan el escenario y luego te cantan todos los repertorios de todas las emisoras nacionales y nos están haciendo bailar hasta las tres de la mañana, (en nuestro caso hasta las cinco.) Tuvimos tiempo para hacernos de unos cuantos amigos, y hasta conocimos al alcalde.
El alcalde merece un párrafo aparte. Es muy joven todavía, corpulento y algo tímido. Me contaron que hasta hace poco fue el alcalde más joven de España. Nos invitó a beber algo, él  y un par de amigos de su edad eran los cantineros y disk jokeys en su caseta. Cuando la orquesta hacía recesos el alcalde y sus disk jokeys ponían la música que sacaban de un ordenador portátil conectados a unos altavoces. El volumen de la música alcanzaba para darles para bailar a la gente de varias casetas de los alrededores. Y es que además de amables, todos son muy bailones, vestidos así tan tradicionales le metían mano a todo lo bailable, merengue, flamenco, rock.
 A las tres de la mañana el alcalde y los disjokeys aparecieron disfrazados de toreros y se mezclaron a bailar con el resto de los amigos. Y todos se sabían la coreografía. Y  eso que lo que sonaba en los altavoces era una pieza de un musical de Bollywood, pop techno indú, o algo así. Ellos se lo bailaron entero, y les quedó muy bien, como que tienen que haberlo ensayado mucho en muchas noches de discoteca. También me fijé que todos los jóvenes de las casetas y de la pista de baile se sabían las letras de las canciones, o por lo menos los estribillos.
Luego me he enterado que otra de las cosas que hace famoso a Montemolín, es su Belén viviente. Es otra tradición en la que participa todo el pueblo, ellos hacen todo, el montaje, las escenografías y son el elenco. Se ve que están habituados a hacer actividades y a divertirse juntos. Con lo del belén también se lo pasan pipa, han salido en los periódicos y en la televisión. Cuando montaron el último belén, el joven alcalde recibió a los periodistas disfrazado de molinero árabe. (ver aquí )







(Y aquí debajo de esta línea, un reportaje de la televisión regional en el que participan los vecinos.)

 http://youtu.be/bef4_-Qcvd0

Y como todo puede suceder un una romería a alguien que venga de lejos y con ojos de turista, yo también tuve lo mío; en cuanto a música y bailoteo me refiero.
No, por suerte, no me cantaron La Guantanamera, que es como el segundo himno nacional de los cubanos, y que nos la disparan a mansalva cada vez que quieren homenajearnos, ellos, los extranjeros a nosotros los cubanos. Me la han cantado en Valencia, en Barcelona, hasta en Galicia, en una playa gallega mis amigos de los seminarios de tai chi, tomando orujo, desgañitándose con  Asturias patria querida, que es uno de los himnos de las borracheras de aquí, y luego La Guantanamera para homenajear al cubano, al único cubano que aprendía tai chi en aquel grupo. Jamás nadie me lo ha preguntado, todo el mundo da por sentado que a los cubanos nos pirra la susodicha.
 A mí me aburre desde niño, me parece tediosa, inacabable y de acto de fin de curso escolar.Por lo general la música machacona y repetitiva acaba por hartarme, me divierte poco cuando llevo rato y me encuentro todo el tiempo bailando lo mismo. Es una de las razones por la que detesto el reguetón, por ejemplo, que además es bastante vulgarote y mediocre en el sonido y en las letras.
Pues bien, yo ya tengo mi reguetón de la romería de San Isidro en Montemolín. Salió de la lista de reproducción del ordenador en la caseta del alcalde.
Se llama “La mujer del pelotero” Es antihistamínico, antidepresivo y anti estrés, ultra macho, ultra papi rico y ultra musical. Erótico y descarado. No recomendado para tristes y sosos. Tiene una trompeta china loca suelta entre las otras trompetas de la grabación, tiene tañidos de campanas que se producen golpeando hierros de azadones y sartenes, tiene silbatos y los tambores y cencerros de las congas originales de los carnavales en Santiago de Cuba. Sonidos que he escuchado desde que nací, que me han hecho arrollar por las calles de Santiago, las avenidas de la Habana, los callejones de Bejucal y ahora en las polvaredas de Montemolín.
Auténticamente antiguo y actual, ajeno y cercano.
La bailamos tres veces.
 Ahí os la dejo.
regettón-mix-conga cubana pieza (extra)oficial bailable de la romería de Montemolín.


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