miércoles, 21 de julio de 2010

Poquito pero sabroso




No llevo contador de lectores de este blog, no me he preocupado de aprender cómo instalarlo, y creo que tampoco quiero hacerlo, para que no me condicione, supongo. A veces creo intuir que me leen más personas de las que conozco, me voy enterando poco a poco y eso me provoca una curiosidad casi infantil, lo confieso. Pero una vez que se me pasa y vuelvo a la página por hacer, pienso en ese puñado de personas (individuales) que van a recibirlo como si yo, en vez de escribir estuviese hablando en la tertulia de un patio, en el sofá con tres o cuatros invitados inteligentes y amigos, en la terraza ahora que es verano. No mucha gente, una fiesta grande te desborda y te agota. Prefiero los guateques y las descarguitas familiares. En ese ambiente me expreso más a gusto, más tranquilo y mejor. Poquito pero sabroso.

Entonces quisiera seguir pensando que escribo para un puñado de personas regadas por el mundo, que se alegran de sabe de mi cuando reciben algo (lo más) parecido a esas cartas que ya no le puedo mandar a mi compadre Norberto, que ése o eso fue el origen de este blog, ¿recuerdan?

Hasta ahora funciona. Aunque yo siga echándole de menos y ya no pueda escribirle para comentarle cómo se cumplen sus vaticinios con respecto al futuro.

Norbe, aunque se las arregló toda su vida para vivirla lo mejor posible -se lo curró mucho, me consta-; fue siempre de los que le mira el lado gris a los brillos, o ven la mitad de la botella medio vacía. Tengo que reconocer que esa actitud le daba una especie de bisturí implacable para diseccionar la realidad de su entorno, la realidad política también.

Hoy estaría, paradójicamente, coincidiendo con Fidel (Castro) en que los vaticinios para el mundo son oscuros con pespuntes negros.

Y yo tendría que consolarlo contándole que recién he descubierto un libro (otra vez, otro libro) maravilloso. Este (el de esta vez y de este tiempo), se llama: Hot Flat and Crowded.

Mientras leo ese libro espeluznante -que sé que irá a parar al grupo de lecturas que me cambian la vida; el verano se instala en Málaga con toda su belleza y calor, (algo que también nos cambia la vida) y cada vez pasamos más tiempo al aire libre.

Como parece que por ahora no me voy a morir, ni nadie nos va a matar, yo dedico el verano a holgazanear, practicar y aprender. En eso orden.

Hay tardes de no hacer nada, sólo dejarse atraer por la fuerza de gravedad, mejor sobre un colchón, mejor aún si hay un ventilador en el techo, estirarte y oír algo de música, o mejor ni eso, oír el silencio del mediodía en esta zona de calles vacías a esa hora. Si acaso algún gorrión que no se duerme, si acaso el bostezo del perro a los pies de mi cama… Dejarse ir, o dejarse llevar hasta que pasa el calor. Siesta, me gusta esa palabra y meterme dentro de ella.
Eso sí que es holgazanear.

Lo de practicar y aprender es que me estoy haciendo algunos cursos de verano. Lo voy a contar en otro post, más adelante.

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