domingo, 17 de enero de 2010

A propósito de "Pearls Before Breakfast"


¿Y esto va a ser ya siempre así; esto de tener que escribir cerrando otras pantallas para no ver, ni oír?
Quería seguir pensando sobre la utilidad o la inutilidad de lo bello. Uno de mis temas recurrentes. O más bien sobre la (in)efectividad de la belleza. Pero ahora mismo, allá abajo en el Caribe, como quien dice al lado de mi otra casa, ha ocurrido eso que yo no quería mencionar en mi post anterior. Yo iba a intentar escribir sobre la belleza, y ella salta a otra pantalla. Lo Real Maravilloso carpenteriano, el horror sublimado en imágenes sobrecogedoras.

Y además he estado enfermo, con un virus de gripe estomacal que me ha tirado tres días en la cama. El tiempo no acompaña, no para de llover, tiempo revuelto por fuera y mi organismo revuelto por dentro. Mejoro y vuelvo a trabajar; pero siento que sigo a media máquina, bajo de energía física y un poco desmoralizado por este invierno. Llego a casa y me meto en la cama. Mirar la televisión da escalofríos de impotencia. Leer el blog de Yoanis bregando su trozo de pan y pidiendo reunir aunque sea un poquito de algo para mandar a los haitianos, me da ganas de llorar apretando la boca. Enterarme de las penas de un amigo que regresa de una Habana decadente a un Méjico que el percibe ultra violento y hostil. Batallar con esa mezcla de pudor y pena que da el no poder expresarme libremente por teléfono de madre a hijo, de país a país, me enfada, me machaca.
A veces mi madre y yo no nos entendemos, y nos enfadamos. Nos escamoteamos información, o nos mentimos para no hacernos daño. A veces, a eso que yo llamo Cuba y a mí nos ocurre lo mismo, no nos entendemos y me enfada que no me entienda, que no quiera (¿o no pueda?) entender. En fin…
Carpentier explicaba claramente qué material encontraba para crear sus libros, cómo sacaba sus historias de esas desmesuras de los hombres o del clima en esa parte del mundo. Lo Real Maravilloso Americano, que tiene también hoy lectura global.
Mientras, en Madrid surge otra noticia que pasa como inadvertida: El físico y matemático alemán Klauss Hasselmann ha sido galardonado con el premio Fronteras del Conocimiento, de una fundación bancaria española, en la categoría de Cambio Climático. Hasselmann, fundador del Instituto Max Planck de Meteorología, ha sido distinguido por "identificar la huella humana en el calentamiento global", según el fallo del jurado hecho público este viernes.
No veo separaciones ni en la literatura ni en las estadísticas meteorológicas, por el contrario, creo que nunca antes nos hemos sentido tan culpables de provocar que la naturaleza nos azote. Somos víctimas responsables.
Malos hijos que somos.

Insensibles, que es aún peor.
Cierro una pantalla y abro aquella en la que quería comentar sobre un hecho.
El 12 de este mes hizo tres años de un experimento (¿cómo lo adjetivo?) (¿aleccionador?)
Comenzó a las 7:51 de la mañana del viernes 12 de enero de 2007, en plena hora punta. Un violinista treintañero, vestido con vaqueros, camiseta y gorra de pelotero, dio un concierto de 43 minutos en una de las bocas de metro de L’Enfant Plaza en Washington. Las máquinas registraron el paso de mil noventa y siete personas en ese tiempo. El suficiente para ejecutar seis obras maestras, que iban desde una gavota y una Chacona de Bach, a Estrellita de Manuel Ponce. El violín del ejecutante era un tesoro del siglo XVIII, valorado en 3 millones y medio de dólares; un Stradivarius perteneciente a la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.
Y el ejecutante era Joshua Bell, quien entre otros honores posee el premio Avery Fisher, que lo reconoce como el mejor músico clásico de ese país.
Tres días antes del experimento Bell había abarrotado el Boston’s Shymphony Hall, donde, según el Washington Post, los asientos más baratitos se pagan a partir de los 100 dólares, cada uno, no la hilera.
Doy todos estos datos para intentar cuantificar la calidad y pureza de los elementos que intervenían en el experimento. Sería un concierto incógnito que buscaba medir percepciones y prioridades a una hora inconveniente, en un lugar que el periódista describe como banal. Un virtuoso que en su vida profesional puede cobrar 60 mil dólares por un concierto de una hora, a mil dólares el minuto de actuación; Joshua Bell, estaría como cualquier otro músico de los metros del mundo, mendigando, compitiendo por la atención de las personas que se apresuran al trabajo. La incógnita era: Would beauty trascend? ¿Trascendería la belleza?
Los análisis previos con los expertos indicaban que el test podría crear grupos de entre 30 y 70 individuos detenidos a escuchar por períodos de entre 3 a 10 minutos, aproximadamente, incluso llegar a paralizar la circulación de viajeros en esa estación del metro, en plena hora punta matinal. Por otra parte los cálculos decían que el artista tenía amplias posibilidades de recaudar una cifra superior a los cien dólares.

Ganó 32 con 17 centavos. Pocos le escucharon, menos de diez se detuvieron, cinco se quedaron un poquito, tres se le acercaron a primera fila de esas butacas invisibles, y sólo una chica le reconoció. Todo se grabó con cámara oculta.
El experimento salió publicado en forma de trabajo periodístico (con videos incluidos) en el Washington Post del domingo 8 de abril en aquel 2007, bajo el título: Perlas antes del desayuno Pearls Before Breakfast.
Al año siguiente, el padre de la idea Gene Weingarten, ganó el premio Pulitzar de Periodismo gracias a ese reportaje (¿inusitado?)

Quien pueda leer el trabajo de Weingarten en su idioma original disfrutará de una escritura fluida y cuidada, por momentos muy hermosa sin dejar de ser lenguaje informativo. El montaje de todo lo que ocurrió coincide con la estructura de un documental, es un documental narrado, con cortes y cambios de lugares y personajes hasta llegar al desenlace. Me vendría de perlas como material para usarlo en mis clases de inglés, pienso. Alta calidad, pero, ¿quién se arriesgaría?

El primer cuento que me publicaron en España, hace más de una década se llama Concierto para ciudad y orquesta subterránea. Los músicos en mi historia son todos de nacionalidades, culturas y estilos diferentes, están en diez accesos de diez puntos de la red de metro, y van a ser desalojados de sus lugares de actuación por motivos de seguridad (en la ciudad se iba a celebrar una reunión de ministros de cultura). Los espíritus de diez grandes artistas muertos intervienen y se mezclan con los ejecutantes callejeros. En mi cuento la música sí logra paralizar el transporte. Es un cuento con un tratamiento desmesurado y puntilloso del lenguaje, y un ritmo narrativo que sigue la estructura de un concierto.

Detenerse a contemplar la belleza, a olerla, a escucharla. Detenerse a sentir cómo la belleza penetra y tranquiliza; aquieta. Salva.
Percibirla aunque sea unos segundos, para no dejarla escapar; porque es tan inasible como la suerte, tan loca como ella. Puede aparecerse con ropajes inesperados, vestida de manto de nieve, de manta de lluvia invernal, de azul jaspeado con nubes gordas, lentas, luminosas; puede venir en forma de niña que descubre que este año será el último de su infancia y el primero de un tiempo de crecimiento, misterioso, lleno de expectativas.
La belleza está ahí, saliendo en el hilo de una flauta a través de los audífonos. Viene llamando enredada en los vahos de las cazuelas desde la cocina. Llora en un violín.
Pero parece que no hay tiempo para lo hermoso, y menos para detenerse por ello.
Salto de pantalla y las noticias corren por todos los titulares: un terremoto en Haití. El horror y la belleza dándose de la mano en medio del caos.

1 comentario:

  1. ¿Acaso tenemos tiempo ? ¿nos han anseñado a tener ese tiempo?veo pasar un atobús,dudo en subirme,tengo miedo¿en que parada tengo que apearme,y ¿adonde he de ir?¿me espera alguien? solo nos enseña lo que no necesitamos ¿que necesitamos? lo que tenemos o lo que nos han vendido,cuantos asientos vacios me encontraré en el autobus,igual es alguien al que conocia ¿o me da igual? pasa gentes,extrañas y sin mirar me vuelvo hacia mi casa .quizas mañana me suba o otro dia lo pienso esperaré otro autobus o mejor me voy caminando.Bueno quizás otro dia

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