Ayer hizo seis meses que comencé a escribir este blog y por ahora me planteo darle seis meses más para cerrarlo, me gustan los ciclos, me guían y reconducen; y me ayudan a ordenarme y a organizar
Como el médico me tiene prohibido los disgustos fuertes, con la advertencia de que podré quedarme ciego por una subida de la tensión ocular; tengo claro que la política infarta. Cuido mis ojos para que protejan mi corazón, y entreno los oídos, intentando oír para entender.
No veré bien la realidad, pero aún la escucho. Vengo escuchándola junto con las canciones de Silvio Rodríguez; salen de mi boca de adolescente contento, cantando en un camión repleto de estudiantes de secundaria básica, en un plan La Escuela al Campo, en un lejano verano, en una remota isla envuelta en un futuro distante, siempre distante; futuro -muy del indicativo- en el que yo creía con ese candor que a veces aún me asusta si me ronda, porque me aterra que ese palpitar en el pecho y ese calorcillo en los lagrimales sea ingenuidad, pura ingenuidad quinceañera y cándida.
Uno de mis discos preferidos de Silvio es Causas y Azares.
Escojo y copio las letras de tres canciones que aparecen en ese disco. Para que quien lea entienda con asombro, o con respeto, o con sorna o decepción.
La primera se llama “Cuando digo futuro”. Lean:
Te convido a creerme cuando digo futuro
si no crees mi palabra, cree en el brillo de un gesto
Cree en mi cuerpo, cree en mis manos que se acaban.
Te convido a creerme cuando digo futuro
si no crees en mis ojos, cree en la angustia de un grito
cree en la tierra, cree en la lluvia, cree en la savia.
Hay veinte mil nuevas semillas en el valle desde ayer.
Hay restos de desesperados, hay el hombre y la mujer.
Los hierros se fundieron ya
hay la paciencia hay que dar más.
Hay un país de roca en ruinas bajo otro país de pan
hay una madre que camina codo a codo con su clan.
Los hierros se fundieron ya
hay la paciencia, hay que dar más.
Hay cuatro niños ahora mismo sonriendo en una plaza
y en las trastienda de una bala un militar que no ha dormido
Y aquella linda muchachita vuelve a recortar su saya
sí es importante desde un niño hasta el largo de un vestido.
Los hierros se fundieron ya
hay paciencia hay que dar más.
Yo te convido a creerme cuando digo futuro.
La otra pieza se llama “Canción en harapos” Y su letra es un mensaje a los oportunistas, a los hipócritas y a los pequeños burgueses. Me pregunto si aquel candido del camión en la escuela al campo es hoy uno de esos tres. Cuánto de oportunista, cuán hipócrita he tenido que ser; en qué tipo de pequeño burgués me he convertido; porque soy de los pequeños-pequeños, modelo mini; pero lo soy. Reconozco que he luchado mucho para tener una mesa, no repleta –que eso es un despilfarro- pero sí con lo necesario, y con mantel, sobre todo con mantel, aunque sea de plástico. Y le he dado ropitas a la pobrecita hija del chofer, y dinero, dinero, dinero, vil metal que envío cada vez que junto un poco de lo que logro arrancarles a los capitalistas decadentes y a los burgueses (algunos de los grandes-grandes) que me pagan para que les enseñe a hablar el idioma del enemigo. Llevo más de una década haciéndolo, mandándoles peces y ningún anzuelo, porque no me dejan que ese dinero o esos recursos se usen para otra cosa que no sea ayuda familiar, ayuda, ayuda, ayuda, que nunca alcanza. Es mi karma, el precio que tengo que pagar a los que sufren para poder mantenerme al alcance de la vidriera y el comedor.
Que fácil es agitar un pañuelo a la tropa solar
del manifiesto marxista y la historia del hambre
que fácil es suspirar ante el gesto del hombre
que cumple un deber
y regalarle ropitas a la pobrecita
hija del chofer
que fácil de enmascarar sale la oportunidad.
Que fácil es engañar al que no sabe leer
cuántos colores, cuántas facetas tiene el pequeño burgués.
Que fácil es trascender con fama de original
pero se sabe que entre los ciegos el tuerto suele mandar
que fácil de apuntalar sale la vieja moral
que se disfraza de barricada
de los que nunca tuvieron nada
qué bien prepara su mascara el pequeño burgués.
Viva el harapo señor
y la mesa sin mantel
viva el que huela a callejuela
a palabrota y taller.
Desde una mesa repleta cualquiera decide aplaudir
la caravana en harapos de todos los pobres
desde un mantel importado y un vino añejado
se lucha muy bien
desde una mesa gigante y un auto elegante
se sufre también
en un amable festín se suele ver combatir.
Si fácil es abusar más fácil es condenar
y hacer papeles para la historia para que te haga un lugar.
Que fácil es protestar por la bomba que cayó
a mil kilómetros del ropero y del refrigerador
que fácil es escribir algo que invite a la acción
contra tiranos, contra asesinos
contra la cruz o el poder divino
siempre al alcance de la vidriera y el comedor.
Viva el harapo señor
y la mesa sin mantel
viva el que huela a callejuela
a palabrota y taller.
De la tercera canción tengo poco que comentar. Me gusta así como está y lo que dice. No hacen falta alas para hacer un sueño, basta con que las manos estén libres para actuar, el pecho sin opresión y las piernas tengan espacio para andar. ¿Dónde está ahora mismo ese buen sentido del amor inmenso del que habla la letra? La misma canción responde mi pregunta: acepto cuanto pueda ser útil al coro que compongo
siempre que quieras compartir un sueño ancho, largo y hondo. Oh. Oh Oh…
No hacen falta alas
para hacer un sueño
basta con las manos
basta con el pecho
basta con las piernas
y con el empeño.
No hacen falta alas
para ser más bellos
basta el buen sentido
del amor inmenso
no hacen falta alas
para alzar el vuelo.
Si...
Recojo fondos para pobres de amistad y de sonrisa
recojo cuanto haya de bien en lo que esconde tu camisa
acepto cuanto pueda ser útil al coro que compongo
siempre que quieras compartir un sueño ancho, largo y hondo.
Oh...
Recojo el hielo a la deriva de los polos congelados
luego con buena voluntad y mucha miel haré un helado
no le daré, no le daré al mentiroso y al cobarde
repartiré, repartiré sólo al que ama y al que arde.
Oh...
No hacen falta alas
para hacer un sueño
basta con las manos
basta con el pecho
basta con las piernas
y con el empeño.
No hacen falta alas
para ser más bellos
basta el buen sentido
del amor inmenso
no hacen falta alas
para alzar el vuelo.
Recojo fondos para pobres de amistad y de sonrisa
recojo cuanto haya de bien en lo que esconde tu camisa
acepto cuanto pueda ser útil al coro que compongo
siempre que quieras compartir un sueño ancho, largo y hondo.
Oh...
Recojo el hielo a la deriva de los polos congelados
luego con buena voluntad y mucha miel haré un helado
no le daré, no le daré al mentiroso y al cobarde
repartiré, repartiré sólo al que ama y al que arde.
Oh...
¡Vengan los buenos a comer de este helado gigante!
Pero no habrá coro. Ni quórum. Ni consenso. Ni intercambio. Ni cambio. Las alas permanecen plegadas. Seguimos en harapos sin vuelo hacia ese futuro al que nos convidan creer.
Oh melancolía…, pero esa canción está en otro disco que me gusta menos.
Hola Ricardo: hace unas semanas te pregunté en un e-mail por el diagnóstico del médico referente a tus ojos. Ahora, a través de este artículo ya sé lo que ocurre, así que cuídalos mucho para que él problema no vaya a más. Me alegra, por otra parte, comprobar que aún tienes ilusión y aún tienes esperanza, que, según dicen "la esperanza es lo último que se pierde cuando ya se ha perdido la ilusión". Espero que no mantengas la fuerza para alimentar ambas. Un abrazo. Teresa.
ResponderEliminarHuy! Perdón por el lapsus. Donde decía: "espero que no mantengas...", naturalmente quería decir: "ESPERO QUE MANTENGAS LA FUERZA...".
ResponderEliminarTeresa.