martes, 27 de diciembre de 2011

Grandes momentos (personales) del 2011








Notas para una exposición.

Otro de los buenos momentos de este año fue en primavera. Mi amigo Juan Carlos Ospina Ortiz inauguraba una exposición con paisajes y yo le escribí las palabras para el catálogo. Me llevó más tiempo pensármelas que escribirlas. Quería ser honesto con el contenido y al mismo tiempo mostrar la admiración que siento por alguien que es capaz de vivir de su arte, del trabajo de su arte, eso produce admiración y respeto, y yo quería reflejarlo, pero sin pasarme de un límite de elogios y buenas intenciones y esas cosas, y que además todo eso cupiera en un solo folio.
Éste fue el resultado:

Notas para una exposición.
Juan Carlos Ospina.
Ronda. Málaga. España.
Primavera del 2011.

A principios de este mes de junio, con esa luz todavía fresca de las once de la mañana; Juan Carlos Ospina Ortiz, EL PINTOR, me recibió en su estudio-taller de Málaga. Que me pidiera la redacción de estas notas ya me pareció un honor, pero cuando, ante mis ojos asombrados, comenzó a desvelar los cuadros de la que iba a ser  su próxima exposición, comprendí que estaba asistiendo a un espectáculo mágico y privado. Ver esta muestra antes de ser inaugurada, fue un verdadero privilegio.
Admiro al buen artista y a la (buena) persona y no logro separar esa dualidad que es su esencia. Creo que esa dualidad algo tendrá que ver con el resultado y la calidad de su trabajo. Porque además pude hacerle preguntas. Corroborar impresiones. Descubrir, otra vez, con otros ojos eso que casi todos los días vemos en las ciudades, sin percibirles la belleza, esa gracia en las formas, esa distribución del color que el pintor ha tenido la paciencia de poner sobre el tejido, pincelada a pincelada, o a brochazos bruscos si ha sido necesario.
Ha pasado un año entero pintando y pintando de primavera a primavera, y las estaciones fueron quedando en las nieblas de los cielos otoñales, en el azul mediterráneo, o el verdoso de aguas radiantes saltando entre las piedras de un arroyo…; porque también ha captado la humedad, la temperatura de una puesta de sol vista de lo alto, entre piedras y genistas, o el mar de fondo, y las cascadas de neblina luminosa, palpable, bajando mansas, lentas entre los riscos. Todo eso vi, y más.
En los cuadros está Sevilla, otra vez y siempre, como con la primera mirada de quien visita y vive en espacios donde la armonía está pensada y organizada; Ospina los ha captado colocándose en el lugar exacto desde el cual ha querido que veamos con sus pupilas, o a través de ellas. Están Málaga, Córdoba, Jaén…, Andalucía en invierno, nevada, paisajes semiurbanos, espacios captados desde la ventanilla de un tren, desde la curva de una autovía, vistos por el caminante que se detiene a contemplar antes de acercárseles, de adentrarse en ellos.
También hablamos de la casi ostensible ausencia de personas en los cuadros. Nos fijamos en esos rincones que aún permanecen limpios y como escondidos en su pureza, ausentes de plásticos y poluciones. Y el pintor me dio permiso para citar a Edward Hopper como referente  y guía inspirador para dedicarse a una temática, el paisaje, que Ospina Ortiz aborda por primera vez en su larga y fructífera carrera de pintor. Entendí que Ospina Ortiz también se ha propuesto desentrañar esa modernidad que caracterizó la obra de Hopper en su tiempo.
Sólo me faltó preguntarle cuál, qué música acompañaría esas visiones que quedaron en las telas, a saber qué sonidos, cuáles melodías vendrán desde esos lienzos a entrar por nuestros ojos. Pero eso ya será tarea (y gusto) para quien se detenga frente a ellos, observe y escuche.
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 Los cuadros pueden verse aquí:
http://www.juancarlosospina.com/

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