viernes, 5 de febrero de 2010

Homenaje al monumento


La ceiba estaba sola. Era por la tarde y la tierra alrededor del pedestal permanecía húmeda y fangosa con las lluvias de octubre. Dimos un rodeo para colocarnos frente a las letras que íbamos a leer y lo que descubrimos nos llenó de una perplejidad que estalló en carcajadas incontenibles: tres mojones largos y resecos cubrían parte del texto en el centro de la placa. Alguien, quizás algún guajiro de la zona había aprovechado la altura del monumento para no tener que enfangarse el culo mientras hacía de vientre… Fíjate tú, volvemos a la utilidad práctica de los monumentos… Recuerdo que mi hijo quitó la caca seca, en la que se veían semillas de guayaba, la quitaba con un palito, la mierda se desmoronaban y caía del pedestal al suelo, y también se nos caían las lágrimas de risa, no podíamos parar de reír mientras yo repetía lo mismo: “¿Lo ves? Por eso yo no quería nada de esto…”



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